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El INE publicó el viernes el dato revisado de la economía en 2022. El PIB creció un 5,5 % en tasa anual, pero hay que tener en cuenta que el llamado efecto arrastre, por comparación con el dato de 2021, explican nada menos que 3,6 puntos. No es oro todo lo que reluce, más teniendo presente que el cuarto trimestre del año, en el que el PIB apenas subió un 0,2 %, el consumo de los hogares y la inversión se derrumbaron. Esta última nada menos que cayó un 5,5 % siete puntos menos que en el trimestre anterior. Se despeñó la inversión en vivienda, maquinaria o bienes de equipo. Eso sí, el consumo público siguió subiendo, a pesar de la inflación desbocada y los mayores tipos de interés. Todo lo contado hasta ahora contrasta fuertemente con el mensaje idílico que nos repitió el presidente del Gobierno en el debate de la moción de censura del pasado martes y miércoles. Sánchez volvió a mostrarnos una economía robusta, la más fuerte de la UE.

Tampoco se cortó al hablar del mercado de trabajo ni siquiera de la llamada reforma del sistema público de pensiones que dañara aún más el trabajo en España, al centrarse en aumentar los ingresos vía subida de cotizaciones. Esta opción vendrá a empeorar aún más las cifras ya tremendas de paro en España, si hacemos las cuentas contando como parados a los trabajadores con un contrato fijo discontinuo, y que se acercan a los 500.000. El hecho de que España sea el país de la UE con más tasa de paro general y juvenil preocupa y mucho dentro y fuera del país.

De hecho, Eurostat ha apuntado que España es el país al que más le cuesta generar puestos de trabajo. Mes a mes, trimestre a trimestre, se ve que la economía española se debilita, que el poder adquisitivo de los españoles está en el esqueleto y que el ahorro se acaba, para aquellos que lo tuvieran, claro. Una situación, la de la subida continua de los precios que ni el BCE consigue corregir subiendo los tipos de interés y que, a juicio de los expertos, nos va a acompañar aún mucho tiempo.