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Redistribuir el poder es imprescindible para lograr la igualdad. Las mujeres somos algo más de la mitad de la población mundial, pero el poder, con su capacidad transformadora, está en manos mayoritariamente masculinas. Ningún país, ni siquiera los más avanzados, ha logrado todavía cerrar la brecha de sexos en relación al poder político y económico.

Durante los últimos años, en la mayoría de Estados miembro de la UE, se han adoptado medidas para mejorar la participación de las mujeres en la política. A pesar de ello, las últimas cifras del Instituto Europeo para la Igualdad de Género muestran que, en la UE-27, las mujeres representan solo un tercio de los miembros y las presidencias de sus parlamentos, ocupan menos de un tercio de los ministerios y el liderazgo de la mayoría de partidos políticos es, todavía, masculino.

Menor ha sido la incidencia en el ámbito económico. A pesar de los informes de la OMT, el Banco Mundial y la OCDE explicando los beneficios, también económicos, que aporta una presencia equilibrada de ambos sexos en los consejos de administración de las empresas, y de su constatación mediante las entrevistas que Mckinsey realizó a directores ejecutivos (CEOs) de las mismas, las mujeres representan, sólo, el 34 % en los consejos de las empresas cotizadas más grandes de la EU-27.

De ahí la importancia del Anteproyecto de Ley Orgánica de representación paritaria de mujeres y hombres en los órganos de decisión recién aprobada por el Gobierno. Una ley para garantizar un equilibrio de sexos en los órganos de gobierno y en los de decisión tanto públicos como privados, superar la identificación del liderazgo como algo preferentemente masculino, y aumentar los referentes de mu-jeres en la política, la economía, y la so-ciedad.

Esta iniciativa sigue la línea marcada por la Ley Orgánica para la igualdad efectiva de mujeres y hombres del 2007, y traspone la Directiva 2022/2381 de la UE, sobre esta cuestión, que se aprobó a finales del año pasado. Una Directiva que se propuso en el 2012, cuando era eurodiputada, y que ha permanecido 10 años bloqueada en el Consejo de la UE por falta de una mayoría favorable. Finalmente, durante la última presidencia francesa de la UE, se alcanzó el acuerdo que permitió su aprobación.

Compartir el poder no es fácil, requiere renuncias pues no se trata solo de sumar a más mujeres. Quienes no lo quieren compartir es porque saben que desde posiciones de liderazgo se pueden promover políticas en favor de la igualdad que, sostenidas en el tiempo, cristalicen en cambios estructurales. Urge pues, asumir sin recelos, que la igualdad de género es un bien público, esencial para la estabilidad y el progreso, y que beneficia al conjunto de la sociedad.