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De nuevo, una pieza del sistema financiero pone en jaque a buena parte del sistema económico. La quiebra del banco SV (Silicon Valley Bank), en el corazón de la más potente economía del conocimiento del planeta, hace pensar en muchos de los sinsentidos en la economía. El banco operaba con cuentas de empresas, start-ups de primera fila u otras que formaban parte del capital riesgo, a parte de consorcios más consolidados. La colocación de dinero de estas entidades engrosaba el pasivo del banco, que lo derivaba hacia la compra de deuda pública. En operaciones prácticamente únicas,
con escasa diversificación del riesgo. La subida de tipos de interés de la Reserva Federal (RF), muy agresiva en los últimos meses, junto a un posible descontrol y/o ausencia de estrictas auditorías de la evolución del sistema bancario estadounidense, ha conducido a la pérdida de interés, por caída de rentabilidad, en la deuda pública. La retirada de pasivos no se ha podido compensar con mayores depósitos, de manera que el default era previsible.

Solución: intervención de la RF, igual que en la crisis de 2008. Notemos cómo muchos interlocutores económicos y agentes sociales en contra de la intervención pública en economía, la exigen, la reclaman, la imploran, cuando el mercado comete lo que ellos denominan ‘errores’. De alguna forma, la RF va a impulsar nuevas medidas de quantitative easing, es decir, de transfusión en vena de dinero fresco, para poner diques de contención al problema que podría extenderse, como efecto dominó, espoleado por los animals spirits, es decir, por la conducta de particulares y agentes económicos. La
siguiente derivada es: ¿qué hacer ahora con los tipos de interés? ¿Mantenimiento de subidas del orden de 50 puntos básicos por parte de la RF, o contención ante esta situación?

Lo más inquietante es que lo sucedido con el banco SV haya podido coger desprevenido totalmente al regulador, o sea, a quien debe observar con atención qué pasa en su entorno más directo: la RF. No hay duda, en tal sentido, que los cisnes negros en economía, dejando al margen –y no es algo menor– la crisis de la pandemia, provienen de la esfera financiera. Aquella en la que los beneficios se
han incrementado de manera exponencial desde los años 1980, según diferentes indicadores publicados. La comparación de esa curva de beneficios con la generada a raíz de las ganancias
en la economía productiva denota el interés de los capitales por la colocación de sus activos en las
finanzas, más que en la producción estricta. En otras palabras: persiste una desregulación clara
en el ámbito financiero, lo que provoca estos abruptos episodios que, seguramente, conocían
pocas personas, pero que acaban por extenderse al conjunto de la economía. La sensación de
vulnerabilidad es entonces enorme; aumenta tras estas situaciones inesperadas, pero letales para inversores y ahorradores.

La RF ha movido pieza en un plazo rápido, lo que debe aplaudirse. La pregunta es qué consecuencias puede tener todo esto para la economía europea, tras los últimos movimientos bursátiles, con pérdidas draconianas seguidas de recuperaciones.