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En Kiev, Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, le ha dedicado a Pedro Sánchez una placa en el llamado Paseo de los Valientes. Qué menos que estar al lado de la que también tiene Joe Biden, debió pensar nuestro presidente, tan dado él a dejarse retratar en los caminos que conducen al culto a la personalidad. Amén de trasladar la solidaridad de España al pueblo ucraniano, este segundo viaje del presidente del Gobierno aparejaba un objetivo centrado en la propaganda y la imagen porque que el anuncio de que vamos a entregar apenas una decena de carros de combate Leopard quizá no justificaba semejante visita. Sabido, además, que el Consejo de Ministros que preside no se caracteriza por mantener un apoyo colegiado a la hora de facilitar ayuda militar a Ucrania para hacer frente a la agresión rusa. De hecho, los miembros del Gabinete que pertenecen a Podemos están abiertamente en contra del envío de armas.

Así las cosas resulta complicado interpretar el sentido de la visita más allá, ya digo, de la generación de una noticia cuyo principal objetivo –conseguido– era abrir los telediarios. Como la visita del presidente y el despliegue mediático que apareja ha coincidido en el tiempo con el veto del Ministerio de Defensa a una visita del jefe de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, a las tropas destacadas en Lituania –donde cumplen una misión de la OTAN–, por contraste, la noticia se interpreta por sí sola. Hace tiempo que los políticos y sus asesores de imagen descubrieron que de política se habla en los parlamentos pero donde de verdad se hace la política es en los medios. Sobre todo en la televisión. Y, aunque en nuestros días la política no se explica solo por la televisión, tampoco se explica sin la televisión. De ahí el interés de los políticos en cultivar la imagen buscando escenarios favorables. A poder ser escenarios en los que uno pueda estar a salvo de desagradables muestras de rechazo en forma de pitadas o abucheos. Por ejemplo el Paseo de los Valientes de Kiev.