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Contemplo con pesar la decadencia del Observatorio Astronómico de Costitx, donde pasé momentos inolvidables la noche que el cometa Shoemaker Levy 9 se estrelló contra Júpiter hace casi veinte años. Es triste comprobar cómo en una tierra hermosa y de buen clima no haya nada más que interese. Ninguna iniciativa cultural, artística o de cualquier índole consigue más que apenas sobrevivir. No echemos la culpa al turismo, miremos nuestro propio ombligo. Si elimináramos el público extranjero, ¿cuánto del tejido cultural mallorquín lograría mantenerse a flote? No somos un pueblo culto, lo siento, preferimos llenar discotecas y playas (y la Serra cuando nieva). Por eso le recomiendo a Jaime Martínez, que aspira a convertirse en alcalde de Palma, que no se moleste en albergar ambiciones culturales. Nadie se lo agradecerá. Su idea de convertir el edificio de Gesa, que amenaza con caerse a trozos víctima del abandono, en un museo de arte contemporáneo tiene tela. Especialmente si al epígrafe le añadimos la expresión (en su boca) «de nivel internacional». A ver. En Mallorca tenemos el lujo de contar con la Fundació Pilar i Joan Miró, verdadero templo del arte. Y Es Baluard, un digno intento. La primera recibe a unos sesenta mil visitantes al año, contando la horda de escolares que acuden. Ellos mismos reconocen que el ochenta por ciento de su público son extranjeros. El segundo, a pesar de su céntrica ubicación, no alcanza los cuarenta mil. ¿De verdad necesitamos otro centro de arte contemporáneo? ¿De qué fondos se dotaría? Las firmas locales estarían encantadas, pero ¿es eso «nivel internacional»? Dotar un museo de un fondo digno requiere inversiones millonarias periódicas, acudir a las subastas, estar al día. Jaime, me temo que eso no es para Palma.