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La cesta de la compra está teniendo mucho predicamento en las teles por esa reunión de productores, distribuidores, industriales, consumidores –los agentes de eso que llaman la cadena alimentaria– y algunos políticos en la que no hubo acuerdo. Eso sí, el reputado ministro Planas tuvo buenas palabras y confía en la generosidad de los que marcan importes. Debería leer la investigación del Govern en la que asegura que varios supermercados de aquí aumentaron precios de algunos alimentos cuando el Gobierno les quitó el IVA. No sé si en plan emperramiento empresarial o en postura de resistencia ideológica. Quizá insumisión.

No parece que alguien consiga que a corto plazo baje la cesta de la compra, que está por las nubes como en toda inflación que se precie. Las nubes son a los precios lo que la voracidad a los incendios. Bueno, como hay suministradores de materias primas, productores y distribuidores también voraces en esto del comercio de alimentos básicos, viene a cuento bajarse un poco de lo general y entrar en el más que interesante acuerdo popular que cristalizó en ese supermercado cooperativo mallorquín que ha conseguido estos días cumplir dos años. Una hazaña social en estos tiempos del sálvese quien pueda. ‘Vender comida sin lucrarse es viable’, decía el titular del reportaje sobre Terranostra, la cooperativa de consumo que se nutre de productos agroecológicos de cercanía a precios asequibles. Y los socios, con derecho a voz y voto, en un régimen de soberanía. Suena bien como tienda refugio y para plantar cara a los abusos. Que cunda.