La semana pasada participé en una mesa redonda sobre sostenibilidad donde se daba también voz al Govern y a una de nuestras multinacionales hoteleras. Mi intervención, buscando un enfoque legal, partía de preguntarme si la sostenibilidad turística requiere normas o es una necesidad empresarial. Una cuestión demasiado imprecisa para plantear que esta no puede estar en un lado o en otro y que exigen un profundo entendimiento entre sector público y sector privado, entre los que crean las normas desde sus ideologías políticas y la sociedad (y el sector empresarial) que tiene que ponerla en práctica. La sostenibilidad necesita datos, tecnología, consenso y un diseño normativo que no solamente ponga parches. Me preocupa el abuso de la palabra cuya definición por la RAE es bastante amplia y que por ser tan elástica puede abarcarlo todo y quedarse en nada. De hecho, me preocupa que muchos representantes hablen de sostenibilidad como un destino cuando la sostenibilidad es un viaje. Un eje que quise defender: la sostenibilidad debe concretarse dentro de una estrategia global y no puede encasillarse en unos objetivos y medidas locales que, además, van mutando conforme se van activando y probando. Por ejemplo, es notorio que empezamos a entender que las placas solares son mejores que una central de carbón, pero también que las primeras demandan racionalización y estrategia (como la que las prohíba en determinados entornos o impida plataformas sobre los tejados que rompan la estética tradicional de los municipios). En esas prescripciones de la ley hay poca disrupción tanto en el método como en los términos y una verdadera transformación exige fórmulas ajenas al greenwashing y a las siempre citadas agendas climáticas que corren el riesgo de asumir la falsa ciencia que tanto gusta a la política de la decadencia.
Sostenibilidad, una palabra chicle
Palma23/02/23 0:29
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1 comentario
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Es una simple MALA GESTIÓN POLÍTICA… qué son los que dictan las normas y deben velar por que se cumplan un claro ejemplo es el de las pérdidas de agua mientras nos gastamos un potosi en proporcionar agua de desalado a unos precios de LOCURA a millones de turistas al año.