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Si usted lee esta columna de los sábados sabrá que me gusta recurrir al humor para decir cuatro verdades y sonrojar a alguno. De nuevo la realidad supera la ficción. El caso de los trenes del Gobierno de España que no pasan por los túneles por exceso de altura es fantástico. Una chapuza descomunal que deja en ridículo a nuestros gobernantes. Algo que ni a usted ni a mi nos hubiera pasado y eso que no somos ingenieros ni hemos estudiado tropecientos años. A la altura del error podríamos proponerles cambiar las ruedas del tren por otras más pequeñitas, tipo ruedines de bicicleta infantil, hacer los vagones descapotables o simplemente más bajos llevando el pasaje tumbado en lugar de sentado. Me juego lo que quiera que a alguien se le ha ocurrido. Roguemos a Dios para que no vengan estos ingenieros ingeniosos a resolver el derrumbe de la carretera de sa Calobra. Mejor que sea Iván Sevillano que, de momento, en un alarde de sinceridad ha dicho que no sabe qué hacer. Mientras miles de turistas que vienen a hacer ciclismo o senderismo se quedan sin ir a sa Calobra porque aún no sabemos la manera de resolver el tema. Conociéndonos, llegará el verano y a alguno se le ocurrirá que mejor no arreglar la carretera y evitar así la masificación de turistas, que tanto les molestan. Con algunos, nunca se sabe. Y mientras, van pasando los días.