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Es curioso cómo el márketing pueden hacernos creer lo que no es. Hace unos años se puso de moda enEspaña la palabra ‘emprendedor’ y parecía que eras un pringado si no te decidías a ‘emprender’. Es decir, a hacerte autónomo y montar un negocio. Surgieron como champiñones gurús del emprendimiento que se dedicaban a engatusar a quienes elegían ese difícil camino con palabras bonitas como ‘liderazgo, visión o pasión’. Siempre me pregunté por qué darían cursillos y conferencias para enseñar a emprender individuos que supuestamente tenían la llave mágica del éxito en el emprendimiento. Está claro que sus empresas no debían funcionar muy bien.Y no es raro, porque las estadísticas confirman que en este país nueve de cada diez empresas no llega a sobrevivir la barrera de los tres años. Por eso desconfío del dato que los políticos suelen restregarnos referente al número de empresas creadas cada año. Dar de alta tu negocio es fácil y barato, no tiene ningún mérito.Lo complicado es sacarlo adelante y, sobre todo, conseguir que en dos años arroje beneficios suficientes para que puedas vivir de ello e incluso crecer y crear empleo.Esa hazaña la consigue una minoría.De hecho, cuando analizas un poquito la estructura económica de distintos países del mundo, se desvela la verdad: los líderes en emprendimiento son países tercermundistas.Y es lógico. Ante el desempleo galopante y la falta de oportunidades en empresas fuertes o en un sector público potente, muchos se ven forzados a montárselo por su cuenta para contar con algún ingreso, aunque sea inestable y modesto. Pese a ello, la moto ya está vendida. Todavía persiste en el imaginario colectivo la idea de que emprender es la solución a todos tus problemas.