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La tormenta perfecta ha llegado a la vivienda de alquiler: muchos pisos se retiran del mercado para dedicarlos al alquiler turístico; los fondos buitre presionan a los inquilinos para que abandonen las viviendas o acepten subidas desorbitadas al vencimiento de sus contratos, a pesar de la limitación legal del máximo del 2 % fijada por el Gobierno; el endurecimiento de las condiciones hipotecarias expulsa a posibles compradores de vivienda que no tienen más alternativa que el alquiler…

Las medidas que tomó el Gobierno no están teniendo el resultado esperado y vivir de alquiler se ha convertido en una tragedia a la que muchas y muchos estamos condenados de por vida. Una situación tan extrema exigiría la toma de medidas excepcionales, pero nos enfrentamos al dilema del enfrentamiento entre el derecho a la vivienda y la propiedad privada. En España se calcula que hay más de tres millones de viviendas vacías, al tiempo que es el país de la UE que tiene la menor oferta de vivienda social. Es la lacra que arrastramos de décadas de que Ayuntamientos, Comunidades y Gobierno central no inviertan en vivienda social. Expropiar las viviendas que lleven más de uno, dos o tres años vacías y fuera del mercado del alquiler podría ser una solución, pero sería dinamita política que explotaría en las manos de la institución que lo hiciera. Hay quien defiende la tesis de que la solución no es la vía del castigo, sino la del premio en forma de incentivos fiscales. Quizá pueda funcionar, pero es lenta y excesivamente tibia. Es tiempo de agudizar el ingenio para buscar nuevas soluciones porque el problema al que nos enfrentamos es nuevo.

Que la Administración ofrezca alquilar viviendas a precios de mercado durante plazos largos, diez años por ejemplo, y los realquile, solucionaría los problemas de impago de las rentas que aducen muchos propietarios. Que esa alternativa incluyera también la posibilidad de la compra/venta por parte del Estado para poner esas viviendas en el mercado de alquiler también podría contribuir a paliar el indecente déficit de vivienda social que padecemos. Dejar al mercado que gestione este problema nos aboca a que crezca la bola de nieve que acabará por arrastrarnos a quienes no tenemos, ni podemos tener, una vivienda en propiedad. ¿Qué esa medida aumentará el endeudamiento público? Sin duda, pero también contribuirá a que la demanda interna aumente, a que la gente pueda llegar a fin de mes y a que acceda a una vivienda a la que tiene derecho, un derecho contemplado en nuestra Constitución.