TW
3

Está claro que a la ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, no le gustan los empresarios, es decir, los ricos, que ella considera sinónimos. Lo acaba de demostrar, una vez más, al arremeter contra los empresarios que «están haciéndose de oro a costa de la crisis económica derivada de la guerra de Ucrania». Y, para demostrarlo, ha puesto un ejemplo con nombre y apellido: Juan Roig, a quien ha calificado de «capitalista despiadado».

Lástima que el propietario de Mercadona sea el peor ejemplo para su hipótesis vengativa, ya que su empresa no sólo es un modelo de éxito empresarial por sí misma, sino que mima las relaciones laborales y tiene una de las plantillas que más crecen y con empleados más satisfechos.

Todo esto le da igual a nuestra ministra, ya que el señor Roig basta que sea rico para que sea un enemigo de clase, como todos los de su especie, frente a los menos favorecidos, jaleados un día sí y otro también por Belarra y sus acólitos de Unidas Podemos.

Lo malo de la extrema izquierda no es que quiera acabar con los pobres, a quienes necesita, sino que quiere terminar con los ricos, empobreciendo así al conjunto del país. Lo explicó muy bien el dirigente bolivariano Hugo Chávez a un colaborador de su época, «Nosotros no queremos acabar con los pobres –vino a decirle–, quienes gracias a unas paguitas y subsidios nos votan; si se hiciesen ricos dejarían de votarnos».

Igual de claro lo debe de tener nuestra ministra de Derechos Sociales, con lo que su enemigo de verdad acaba siendo, no unos cuantos ciudadanos, sino el progreso y el bienestar del conjunto de la población.