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Més ha vuelto a repetir la jugada, como en tantas y tantas ocasiones anteriores. En esta ocasión a cuenta de la exigencia del catalán en la contratación de sanitarios para trabajar en la red pública, cuestión que desde la Conselleria de Salut han querido dejar zanjada. Es tal la escasez y necesidad de médicos y enfermeras en las Islas que con aportar la titulación ya se considera suficiente, lo del cumplimiento del conocimiento del idioma propio es poco menos que irrelevante. La consellera Patricia Gómez es consciente de que un paciente prioriza la atención de su dolencia frente al idioma en el cual se tiene que expresar, por ello perpetúa –la situación no es nueva– el privilegio lingüístico del colectivo sanitario. El problema se les atraganta a los ecosoberanistas que, aunque cargados de razón, no logran aportar soluciones factibles.

La incomodidad de Més es comprensible, pero no hasta el punto de rozar el ridículo como parece pretender la dirección que encabeza Lluís Apesteguia. Plantear a estas alturas de la legislatura dimisiones de altos cargos –¿incluídos los que se sientan en el Consell de Govern?– es un gesto de inciertas consecuencias, además de no resolver el conflicto. Reitero que no parece admisible un mínimo de competencia lingüística a nuestra clase médica que trabaja en el red pública, aunque sólo sea por respeto a sus pacientes; no parece que sea muy complicado establecer unos plazos mínimos para garantizar el respeto a los derechos lingüísticos de los ciudadanos. Con todo, los ecosoberanistas llevan las de perder en este pulso con los socialistas, ellos, al igual que Unidas Podemos, tienen su futuro político ligado al PSIB de Francina Armengol; como lo tuvieron con Francesc Antich en el pasado y con el que sea en el futuro. Este es su sino. Un desplante llegará tarde y mal, excepto si se es capaz de mantenerlo después del 28-M. Hay que ir muy alerta con la gesticulación.

La proximidad de las elecciones parece haber entontecido a la ciudadanía, sólo así se entiende la pasividad con la que se asume el que todavía siga adelante el proyecto del tranvía de Palma. El Trambadía, cuyas obras se iniciarán este año con un presupuesto de 185 millones de euros gracias a la aportación del Estado, no cuenta con las mínimas garantías en su ejecución según los colegios de Ingenieros y Arquitectos; poca broma. Ninguna consulta sobre la necesidad social, trazado e impacto sobre la red viaria. Estas prisas me recuerdan lo ocurrido con el metro de Palma, errores que ahora se quieren volver a repetir. No aprendemos. El PP de Marga Prohens está dejando escapar una oportunidad de oro para sacarle los colores al Govern.

El ministro existe

la escandalera formada en la Universidad Complutense de Madrid por galardonar a la presidenta autonómica, Isabel Díaz Ayuso, como alumna ilustre del centro ha permitido constatar la existencia de un ministro de Universidades, Joan Subirats Humet, que por supuesto defendió el tumultuoso boicot al acto. La distinción, por supuesto, se podría haber aplazado al momento en que la política conservadora dejase el cargo por una cuestión de sensatez y oportunidad, pero ello no puede justificar el escrache al que fue sometida.