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El enredo fatal que terminó en el ‘procés’ tenía su origen en una decisión del Tribunal Constitucional, que con mandato caducados, unos de baja y un puesto vacante por fallecimiento, falló en contra de algunas partes y artículos del nuevo Estatut. El recurso de inconstitucionalidad del Estatut había sido interpuesto por el Partido Popular. Recordarán las mesas petitorias contra el Estatut, pidiéndose el boicot a los productos catalanes con significativo éxito.

Tras las urgencias que derivaron de la pandemia y de la guerra de Ucrania y en aparente sosiego, a riesgo siempre de una escalada que de producirse se confía en asimilar y digerir, el Gobierno, el presidente Sánchez, ha puesto en marcha la agenda para dar un salto cualitativo en la política interior española, y avanzar hacia un modelo estable de convivencia nacional.

La deriva levantisca del ‘procés’ no fue tanto una decisión proactiva sino reactiva a la sinrazón de una actitud antipolítica y antiestado de unas ideologías centrípetas que no asumen la realidad multinacional de España. El Partido Popular, que Fraga impulsara con imagen centrista pero desde los presupuestos ideológicos de la antigua Alianza Popular y ahora con los de Vox y Ciudadanos que pretenden que Madrid sea el centro polar a la reconquista de las esencias patrias de la España del Imperio.

Para el sanchismo, como se ha dado en llamar, no sin fundamento, España es una nación plurinacional. Y eso no es una contradicción porque ya se hablaba de naciones en la Edad Media, ante de que existiera España como unidad monárquica, y que no tenía por qué coincidir con los límites de las naciones modernas que se reconocían en ese nuevo concepto de soberanía nacional, distanciándose de las antiguas soberanías absolutas de los monarcas, que, supuestamente, recibían y actuaban como soberanos por delegación divina.

El sanchismo cree en una España federal. Y en España el federalismo tiene que adoptar tintes específicos. España no es una unidad cultural como Alemania, ni un puzzle centrífugo como fueran los experimentos en los Balcanes. Ni es una unidad territorial de adición como Estados Unidos de América. La singularidad de un modelo federal para España debe partir del estado autonómico, sin olvidar las realidades jurídicas, esas sí casi federales, de Euskadi y Navarra.

El presidente Pedro Sánchez ha iniciado ese proceso de refundación cerrando las heridas del ‘procés’ y en eso recuerda la valentía de Cánovas cuando, al impulsar la Restauración en la figura de Alfonso XII, gestionó los indultos y la reinserción de los últimos líderes del carlismo; dando por zanjada una cuestión dinástica que tildó de sangre y sublevaciones el siglo XIX español.