TW
2

Si Mallorca se mantuvo en el bando franquista durante la Guerra Civil, fue gracias a un militar prácticamente desconocido: el comandante Enrique Esquivias Zurita. Es una de esas personas que apenas aparece en los libros de Historia pero fue clave en el triunfo del golpe y la Batalla de Mallorca. En septiembre de 1936 alcanzó la gloria sin saber que el destino le tenía reservada su propia condena: la muerte de dos hijos en los frentes de la Península. Él recibió la Cruz al Mérito Militar y su mujer la Medalla de Sufrimientos por la Patria.

Cuando llegó el golpe militar, Enrique Esquivias tenía cuatro hijos con María Magdalena Sampol y servía como comandante en el Regimiento de Infantería de Inca. El 19 de julio de 1936 ocupó el Ayuntamiento de Palma y fue nombrado ‘jefe de la defensa interior’ de la ciudad. Cuando el 16 de agosto comenzó la Batalla de Mallorca, su columna fue la primera que se enfrentó a los desembarcados en Porto Cristo y, gracias a su intervención, contuvo el avance hasta que llegaron refuerzos. Al día siguiente, dirigió un contraataque que recuperó casi todo el pueblo y devastó la moral del enemigo. Fue, además, el oficial que ordenó el asalto al Café Can Noy, donde 39 antifascistas cayeron prisioneros. La batalla terminó el 4 de septiembre cuando su columna ocupó el Parapeto de la Muerte, en la parte alta de Porto Cristo.

Esquivias se convirtió en un héroe para los franquistas. Fue ascendido a teniente coronel, presidió varios consejos de guerra y lo nombraron director de la Escuela Militar de Lluc. Según el diario Correo de Mallorca, transmitía a los alumnos su «probado espíritu guerrero».

La patria, no obstante, le pediría más sacrificios. Sus dos hijos mayores eran militantes del Sindicato Español Universitario (SEU), perteneciente a Falange, y estaban en edad militar. Así que, tras su bautismo de fuego en Porto Cristo, fueron destinados a los frentes de la Península. El primero en morir fue el pequeño: Miguel Esquivias Sampol. Tenía solo 19 años y servía como alférez de Infantería cuando cayó el 27 de noviembre de 1937 en el frente de Guadalajara. Está enterrado en el Valle de los Caídos.

Su hijo mayor se llamaba Antonio Esquivias Sampol, tenía 21 años y era teniente de Regulares. Había sido herido leve en el frente del Norte y Teruel, y murió el 7 de julio de 1938 en el frente de Castellón.
Los padres se quedaron solo con los dos hijos pequeños: Enrique, de 15 años, y Margarita, de 10. El Régimen les condecoró y aprobó un decreto al estilo de la película Salvar al Soldado Ryan: cuando una familia tuviera tres hijos en el frente, tendría derecho a recuperar uno, priorizando el que estuviera casado. Ya era conocida la sangría de la familia García Noblejas, que perdió al padre y tres de sus cinco hijos. Los otros dos servirían en la División Azul y, al caer el cuarto, ordenaron el regreso del único que quedaba.

Cuando después de la guerra el pequeño de los Esquivias, Enrique, llegó a la edad militar, el Régimen le concedió una ‘plaza de gracia’ en las Escuelas de la Armada. El padre fue ascendido a coronel y ocupó el mando del Regimiento de Infantería Palma 47 entre 1946 y 1949.