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Dos Cielos para dos papas que convivieron. Comenzaré diciendo que soy políticamente incorrecto y un gran admirador de Benedicto XVI, su tremenda cultura (y patrística) siempre me ha impresionado. Su libro sobre Jesús de Nazaret es de una sencillez máxima y a la vez de una complejidad enorme, te deja perplejo seas creyente o ateo o mediopensionista. Creo que el Papa Emérito sí representa a la Iglesia, la de verdad: él ejerció la razón, la teología de altos vuelos, los scriptoriums y esa liturgia (con su música sacra) que se está perdiendo a borbotones. Si Benedicto ejerció la razón, el papa Francisco es su contrapeso, ejercía la fe en un mundo (es opinión mía) que está más cercano a San Martín, al neoperonismo, a Greta Thunberg o a Gates o a Soros que a Cristo. Deberíamos tener una fumata blanca para recordar a quien fue tal vez el último gran Papa culto (conocía muy bien la obra Ramon Llull) que tuvo la Iglesia Católica Apostólica que hasta Benedicto XVI fue Romana. Seguro que cuando levantaba la mirada para ver la techumbre de la Capilla Sixtina se daba cuenta de que hemos ido para atrás. Creo que el analfabetismo funcional que impera ahora le debía asustar mucho. No es este un mundo para quien quiera saber desentrañar el fondo de las cosas. El verdadero Papa no ha querido esperarse hasta el 2023.