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El día de Navidad precisamente, y a medio párrafo navideño, mi viejo ordenador portátil empezó a dar muestras de demencia senil, cosa no por esperada menos fastidiosa. La tecla de retroceso, que sirve para borrar caracteres y corregir erratas, dejó de súbito de funcionar, y como es la que más uso (siempre estoy retrocediendo), también yo tuve que parar. Si se hubiera jodido una letra, o todas, quizá habría podido continuar. No sé cómo, pero habría podido, porque el alfabeto y yo somos uña y carne, y algo se me habría ocurrido. Pero sin tecla para corregir no puedo dar un paso. Intenté otras variantes, como marcar la letra o palabra en cuestión y apretar la tecla Supr, esa que tiene un puntito arriba. Y nada, no suprimía nada. Qué mala leche, mi vetusto portátil. Pronto descubrí que las cuatro teclas con una flechita que sirven para moverse por el texto, tampoco obedecían órdenes; ni puto caso me hacían. Cualquiera diría que el cabrón me conoce, y se está vengando. ¡El día de Navidad! La última vez que lo llevé a reparar, hace años, el técnico me avisó que lo tirase a la basura, porque no tiene ni admite batería, el reloj no le funciona, su sistema operativo es un antisistema, y sería mucho más barato un ordenador nuevo. Por desgracia, aborrezco los ordenadores nuevos; es un odio irracional. Así que me gasté un pastón con él, y ahora el muy bellaco espera al día de Navidad para joderme la tecla precisa. Conoce mis teclas mejor que las suyas, sabe dónde apretar. Naturalmente, como me esperaba alguna jugarreta, hace tiempo que en previsión, y asesorado por un experto, adquirí un portátil carísimo, un portento cibernético, que una vez configurado por el experto (contraseñas, gilipolleces, hasta huella dactilar me exigió), jamás he utilizado. Es abrirlo y notar una tirria invencible, una abulia total. Imposible escribir nada. ¿Y con qué estoy redactando esto? Hoy compré otro teclado para enchufárselo al de siempre. Mi mesita de trabajo es ahora una mierda, no cabe ni el cenicero, pero funciona. Como este teclado anexo es más grande, con el canto de la mano izquierda golpeo las mayúsculas, pero retrocedo y corrijo. ¡Con dos teclados! Así aprenderá este cabrón.