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Cuando todo esto pase, porque el paso de Pedro Sánchez por el poder también pasará a ser olvido, muchos españoles se preguntarán cómo pudo llegar tan lejos el proceso de degradación del sistema democrático. Y la respuesta será muy simple: porque la mayoría de los ciudadanos no se implican, ‘pasan’ de la política, están a sus cosas. Pese a todo, de seguir la deriva política a la que nos están empujando, llegará el momento en el que caeremos en la cuenta de que la política no solo es cosa de políticos porque nos afecta a todos. Costó mucho asentar la democracia tras el largo período de la dictadura franquista como para dejar que la ambición de poder de un solo ciudadano pueda cambiar el rumbo que define nuestro sistema como una democracia parlamentaria. La esencia del sistema democrático –en España y en el resto de los países de la Unión Europea– se basa en la separación de poderes públicos.

Por eso, cuando uno de los poderes del Estado, en este caso el Poder Ejecutivo, intenta colonizar el Poder Judicial se encienden las alarmas. Y la situación se vuelve tan tensa como para que se alcen voces alertando al respecto de la deriva autoritaria por la que está transitando el Ejecutivo que preside Pedro Sánchez. Un Sánchez que ha hecho suyo el discurso radical de Pablo Iglesias. Como será la cosa para que el exministro (socialista) César Antonio Molina, advierta que la reforma del Código Penal que impulsa Pedro Sánchez es «un asalto a la democracia». Otro exministro también socialista y catedrático de Derecho, Tomás de la Quadra Salcedo, abunda en la idea de que es un error el procedimiento elegido por Sánchez para reformar leyes. Reformas de manera urgente y sin buscar otro apoyo que el de sus socios de investidura (Podemos, ERC y Bildu) enemigos declarados del actual marco constitucional.