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Hay preocupación generalizada por la situación política, por la degradación de las instituciones, por la elaboración defectuosa de leyes que causan efectos perversos, por la elaboración de leyes ad hominem para beneficiar a unos pocos a cambio de votos, por la incapacidad para alcanzar consensos, por la división de la derecha y por la fragmentación de la izquierda. Es estruendoso el silencio de ministros, diputados, presidentes autonómicos, barones, diputados autonómicos, miembros de la Ejecutiva y del Comité Federal, concejales, militantes y votantes socialistas ante las decisiones que está tomando el presidente Sánchez que, en lugar de hacer callar a los que provocan problemas, a los que intentaron un golpe de Estado o a los que quieren irse de España, cambia las leyes para favorecerles y para que puedan volver a intentarlo, sin sufrir el peso de la ley. El Parlamento es un puro trámite porque lo que aprueba se negocia fuera de sus muros.

Y los diputados callan. Sánchez no quiere un TC independiente y libre, sino sumiso y dispuesto a legitimar sus decisiones. El presidente que antes de ser elegido se comprometió a acabar con la corrupción, indulta a los golpistas y acuerda con ERC hacer una ley a medida de sus dirigentes sediciosos para que la malversación no sea ‘tanto’ delito si uno no se beneficia ‘mucho’ del uso delictivo de los fondos públicos. Y si eso beneficia a Griñán, tanto mejor. Dice Timandra, la protagonista de la obra del mismo nombre de Theodor Kallifatides que «en un principio me había cegado el oropel externo de la vida política, los epatantes discursos, las concentraciones entusiastas, las grandes promesas.

Después, sin embargo, vi todo lo demás, la mezquindad, las traiciones, las promesas olvidadas, las mentiras, las retóricas vacías, el interés personal, las venganzas...». Voltaire dijo que «la política es el camino para que los hombres sin principios puedan dirigir a los hombres sin memoria». ¿Hasta cuándo este estruendoso silencio en las filas del socialismo?