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En muchos de los temas que he comentado en mis artículos durante años, no habré tenido razón y quiero hablarlo con los que se hayan sentido ofendidos por ello. No era esa mi intención sino alegar a favor de la razón y la verdad que dignifican y dan sentido a la democracia, pero esos valores han sido olvidados por la casta política. «Antes que nada está la ideología», me respondía esta semana un líder ante la queja que le planteé al ver el nombre de uno de los políticos a los que apoyaba… y que no tiene ni idea de lo que significa la palabra altruismo. Pues yo creo que no, que antes que nada está el ser humano y su calidad y honestidad para dirigir una entidad pública. La persona está antes que los partidos, pero no es así. Y en ese tenderete de poder en el que se ha convertido el Congreso de Diputados y el Parlament balear, los seres humanos no pintamos nada. Ellos van a por su poder. Si no me entienden, queridos lectores, dense una vuelta por las sucias e inseguras calles de Palma y verán que algo importante está fallando o miren un telediario y, según el medio que oigan, verán las mentiras que nos sueltan. Es una desvergüenza el periodismo a la carta, la manipulación a domicilio… Es la prueba de que hay personas que venden su alma y dejan de ver lo que hay para ver lo que sus jefes les ordenan que vean, o de la estupidez de los que se creen que todo lo que creen es correcto y que lo que los demás piensan va mal. Da pena ver que muchos gobernantes aun creen en indios y vaqueros, en buenos y malos… y se comportan como tales, como niños que, por cierto, pueden llegar al poder sin que se les exija ninguna formación, ninguna prueba de madurez ni honestidad y eso es muy peligroso ya que, insensatos, no saben las consecuencias que sus palabras tienen en la sociedad. Como lo que es el hecho de que los partidos políticos, en las campañas electorales puedan prometer lo que quieran y luego incumplir lo prometido convirtiendo la democracia en una mentira. ¿Y qué decir ante tal desastre? Nada. Si hablas te lo hacen pagar aunque, pasado el cabreo inicial, solo me queden las ganas de callar ante la lástima de ver que esas democracias tienen los días contados y que la historia se repetirá. Hasta siempre.