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Nunca se había hablado tanto de la intimidad y nunca se había faltado tanto a ella. La intimidad de las personas es el tema proferido en las televisiones y en las revistas del corazón. Actualmente, pseudo periodistas o comentaristas, han encontrado un filón, al hacer o escribir reportajes en los que se cuentan las intimidades de algunas personas. Incluso de personas que ya han fallecido. «Encarna Sánchez: una vida marcada por sus amores ocultos y dinero». Es un título que acabo de leer en una revista del corazón, cuando Encarna Sánchez hace 24 años que ha muerto. Algunas televisiones, entre ellas Tele5, llevan meses hablando día y noche de las intimidades de Rocío Jurado, que falleció hace 16 años, contadas por su hija. Y, por desgracia, estos son los programas preferidos por las audiencias. Lo que significa que a los españoles les gusta conocer las intimidades de los demás, cuando tenemos muchas otras cosas que hacer.

Estos reportajes o programas televisivos fomentan el delito, porque violar las intimidades está penado por el Código Penal (artículos 197 a 201). Si está penado mirar el móvil de otra persona y divulgarlo; si está penado dar el teléfono de otro sin pedir su consentimiento; si está penado llamar por teléfono a un perdona sin que ésta le haya dado su número. Me pregunto, el contar historias de persona fallecidas ¿no está penado? Está claro que revelar secretos de personas conocidas y muertas tiene una única finalidad: ganar dinero. ¡Qué triste! La humanidad actual está perdiendo el sentido ético y la moral. Hasta se gana dinero revelando intimidades de personas fallecidas. Estas intimidades ¿a quiénes puede interesar?, quizás a personas insensibles que se recrean con el daño ajeno.