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Hay superpoblación en el mundo, pero mientras hay países con explosión de natalidad, la mayoría pobres, otros, como España, se enfrentan a una curva envejecida. Una sociedad marcada por la baja natalidad debería ser más respetuosa con las familias, especialmente numerosas. Aunque sea en términos económicos, que es lo único que parece entenderse, pronto no habrá niños que luego sean adultos trabajadores y coticen lo suficiente para pagar las pensiones de los mayores. Habrá que ir haciendo hucha para la jubilación, si es que el anhelado momento de dejar de currelar llega algún día o nos lo alargan hasta los 85.

Zapatero intentó incentivar la procreación con aquel cheque-bebé de 2.500 euros por hijos tenidos entre 2007 y 2010, una prestación que no se acerca ni de lejos a los 14.000 que ahora da Ayuso por churumbel, teniendo en cuenta que toda ayuda es bienvenida pero corta para alimentar, vestir y educar a un hijo. Cualquier medida empieza a servir para frenar el envejecimiento de la población española, asumiendo el desamparo de un sistema que reconoce poco la maternidad, la conciliación y el peso económico de las familias con más de 1,19 hijos, que es donde se ubica la media estatal. En Baleares el número de hijos por mujer es más reducido aún (1,13), con el curioso dato de localizar en Ibiza y Formentera una de las tasas más bajas del mundo: 0,98 y 0,87, respectivamente.

Las ayudas para familias numerosas son exiguas. La más envidiada, el 5 % para viajes en avión o barco, ignorantes los envidiosos de que en la práctica la rebaja puede traducirse en céntimos o un par de euros. Las familias con tres hijos pueden ponerse a temblar para coger un taxi, o para ir de hotel o crucero. Ahí se fue al garete el presupuesto, porque no hay opciones para más de cuatro. Se fueron al carajo las ofertas de niños gratis en habitación compartida con adulto, porque no queda otra que pasar las vacaciones con la familia dividida, pagando dos habitaciones y con la penalización del niño con tarifa de adulto. Los hoteles y navieras deberían dar respuesta a familias de más de cuatro miembros.
Para familias numerosas hay alguna exención interesante, pero no es universal, ni siquiera a nivel autonómico, sino que depende del municipio en el que uno viva. Así he visto, en el pasado, buenas rebajas de IBI conviviendo con la incoherencia de que el carnet de familia numerosa sirva para coger un vuelo a Sevilla pero no se aplique ninguna ventaja en autobuses de Mallorca.

Las ayudas no sólo deberían plantearse en función de las rentas familiares, sino teniendo en cuenta el número de hijos, más allá de la ridícula desgravación de la renta, que da una limosna puntual sin asumir que los niños generan gastos permanentes porque no están embalsamados. A ver si ahora, con las elecciones vista, alguien se acuerda de los que suman futuros cotizadores mientras restan fondos a la economía familiar sin apenas ayudas públicas.