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Estos días se celebra en la ciudad turística más emblemática de Egipto, Sharm el Sheick, la cumbre climática COP27. La COP por sus siglas en inglés significa: Convención de las partes de la convención marco de las Naciones Unidas sobre cambio climático. Las COP nacieron después de las cumbres de Naciones Unidas sobre medio ambiente que se iniciaron en 1992 en Río de Janeiro.

El continente africano es responsable del 4 % de las emisiones de gases efecto invernadero, en cambio los países africanos se encuentran entre los más afectados por los efectos del cambio climático provocado por los países ricos. La sequía en el continente africano se ha multiplicado, las inundaciones están provocando enfermedades como la malaria o el ébola. Todo esto en un continente frágil políticamente que, ante la inestabilidad, crecen los conflictos armados, emigraciones y creación de estados fallidos.

Saliendo de una crisis sanitaria profunda como fue la COVID –que nació en China y acabó afectando al mundo entero y golpeando fuertemente al continente africano que vivió las injusticias del reparto de las vacunas–, en la actualidad, África está sufriendo las consecuencias de la guerra entre Rusia y Ucrania. Un conflicto muy lejos de sus fronteras pero que le está provocando una crisis alimentaria profunda. ¿Hasta cuándo seguirá el continente pagando los platos rotos de otros?

Muchos expertos señalan que la cumbre COP27, celebrándose precisamente en el continente negro, debería abordar con seriedad los efectos del cambio climático sobre el continente. Hablando claro, esto se resuelve cumpliendo los compromisos adquiridos en Copenhague 2009. Hace trece años, se acordó destinar más de 100.000 millones a los países en vía de desarrollo para ayudarles con la acción climática. También se ha llamado a crear un fondo de pérdidas y daños para compensar a los países que menos contribuyen a la emisión de los gases de efecto invernadero. Solo basta con cumplir lo prometido.

A pesar de que en el continente africano se encuentran los países más afectados por los efectos del cambio climático, más de 37 millones de personas se enfrentan a la sequía, y que países como Kenia están en riesgo de hambruna generalizada, y en Etiopía y Somalia no cae una gota de agua. Nos encontramos también con la esperanza de países que están avanzando con la apuesta por las energías renovables y dando pasos de gigantes, y otros que están en el proceso de la creación de la muralla verde africana. Así como reza un proverbio africano: «Recuerda, si hay tormenta habrá arco iris».