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S e está hablando con reiteración sobre la posibilidad de una recesión en España, en los próximos meses. La Airef, una importante institución, aventuró hace pocos días que un crecimiento negativo de la economía española en el último trimestre de 2022, enlazado con el mantenimiento de una contracción parecida en el primer trimestre de 2023, abriría la puerta a lo que se denomina una «recesión técnica»: dos trimestres consecutivos con tasas negativas en el PIB. La misma experta que expuso esa premonición indicó, al mismo tiempo, que la incertidumbre impedía aportar afirmaciones totalmente convincentes.

Los datos publicados por el INE, hace también pocas jornadas, rubricaban que la economía española se ha desacelerado en el último trimestre del año, pero ha mantenido un crecimiento positivo. De tal manera que la previsión de cierre interanual es del 3,8%, dos décimas por debajo de lo que se preveía. Esto indica que el cálculo de la Airef no se ha materializado, al menos por el momento. Veremos qué va a acontecer en el primer trimestre de 2023 y siguientes. En paralelo, otro indicador manifiesta robustez, a pesar de que igualmente se ha ralentizado según la EPA: el mercado de trabajo. La tasa de paro ha subido muy ligeramente, pero se subraya la persistencia y desarrollo de contratos indefinidos; es decir, de la creación de empleos más estables, con mayor recorrido. Por consiguiente, ni las cifras conocidas ya sobre la evolución macroeconómica española, ni las observadas sobre el mercado laboral, conducen a pensar en una grave recesión en el futuro más inmediato. Esto se enfrenta a las visiones apocalípticas de los profetas del desastre, que siguen insistiendo en la quiebra de la economía española.

Ahora bien, la inflación, mucho más persistente de lo previsto por diferentes instituciones –entre ellas, el Banco de España–, ofrece todavía signos evidentes de inquietud e incertidumbre en el panorama económico. Con todo, el último dato disponible señala que la inflación se ubica ahora mismo entorno al 7,3% –1,7 puntos por debajo de la estimación anterior–, de forma que se puede concluir que las medidas adoptadas por las administraciones están dando resultados tangibles en un cierto control de los precios. El Banco Central Europeo ha subido 0,75 puntos los tipos de interés, que se suman al 1,25 puntos incrementados hace pocos meses; se comenta que puede haber una nueva subida antes de finalizar el año. En tal sentido, la cautela debe guiar los movimientos del banquero central: aunque su cometido sea velar por el control de los precios, no puede ni debe eludir el contexto económico, que en Europa se halla lastrado por las consecuencias directas de la guerra. No estamos, en la Eurozona, en un shock de demanda; ésta se mantiene muy estable, según las cifras disponibles de consumo. El problema radica en el estrangulamiento de la oferta energética, que tira los precios hacia arriba. Por todo esto, es plausible que el BCE decida subir de nuevo los tipos de interés. Pero pensamos que, quizás, esta sea la última subida inmediata que realice. La inflación se va conteniendo. Por el momento, a la recesión no se la espera.