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En un almuerzo reciente compartido con alguien muy querido surgió un debate sobre la relación que puede establecerse entre la necesaria libertad de expresión y la discusión de un dato científico. El asunto puede tener matices de reflexión complicada, aunque en nuestro caso el cariño mutuo y la excelencia de lo que había en los platos nos ayudó a afrontarla con incluso una sonrisa en los labios. Una evidencia científica adquirida después de un proceso largo, controlado por exigentes normas, multidisciplinar y muchas veces muy duro, ¿puede ser discutida y puesta en duda por la opinión de un@ ciudadan@ que como único bagaje aporta su deseo de expresarla en aras de la por otra parte necesaria libertad de opinión? Veamos.

Obtener un dato científico sólido que provoque una conclusión firme que puede tener como consecuencia una conducta personal adecuada, no es fácil. En Medicina, terreno en el que puedo moverme con cierta soltura, esto es absolutamente claro. El diseño de un programa de investigación está sometido a unas normas de calidad muy exigentes, consensuadas por agencias nacionales e internacionales y por las sociedades y academias científicas involucradas. Los procesos investigadores son cada vez más interdisciplinarios, cada vez más planificados, ejecutados y analizados por investigadores que suman su preparación y su experiencia desde diferentes especialidades y puntos de vista para así abarcar toda la cada vez más compleja realidad. El desarrollo del proceso investigador es largo y complicado y requiere del esfuerzo continuado de todo el equipo. Este proceso está permanentemente sometido a un control de calidad minucioso. Todo es complicado, sí, pero muy satisfactorio: estar involucrado en un proceso investigador es de las cosas más satisfactorias que profesional y personalmente mi profesión me ha ofrecido. Debatir entre todos unos resultados iniciales para analizar su trascendencia y evaluar si paramos o continuamos o incluso si nos encontramos en el punto de partida de un proyecto más amplio y científicamente más ambicioso. Cuando investigábamos la vacuna frente al papiloma humano (PH) –inmunólogos, expertos en salud pública, microbiólogos, pediatras, ginecólogos, vacunólogos...– este stop and go fue muy frecuente y nos ayudó a que al final de varios años de trabajo pudiéramos afirmar con absoluta rotundidad que la vacunación frente al PH es un proceso eficaz, eficiente y seguro, muy recomendable. Este trabajo largo, compartido y muy estimulante, fue posible por el apoyo de la Industria Farmacéutica, que en ningún momento intervino ni en el diseño del ensayo, ni en su ejecución, ni en el análisis de los resultados, apoyando por escrito cada una de estas parcelas del trabajo y comprometiéndose a financiar su publicación, fueren cuales fueren los resultados. La Industria Farmacéutica es un pilar fundamental de la investigación médica, en un trabajo imprescindible, igual que el que aportan entidades no gubernamentales con fuerte acción social, lideradas en España por la Fundación La Caixa y la Asociación Española contra el Cáncer, todos juntos intentando paliar el lamentable déficit histórico de financiación de la investigación que registran los Presupuestos del Estado, muy por debajo de la media de la Comunidad Europea, una realidad en camino de ser corregida según informaciones de última hora procedentes del Ministerio de Sanidad, que anuncia el mayor presupuesto de I+D+I para 2023 de la historia de España. Este es el camino para evitar el empobrecimiento investigador del país y la fuga de nuestros mejores jóvenes.

¿Es de recibo que a este esfuerzo múltiple, que ofrece resultados de un gran valor, se pueda oponer el punto de vista de un ciudadano o de una ciudadana opinadores? ¿Puede contraponerse al resultado de un largo trabajo de investigación la simple opinión de alguien que en un uso a mi parecer excesivo de la libertad de expresión lanza sus mensajes a veces muy en contra de lo demostrado por la ciencia? ¿Tiene límites la libertad de expresión? Son preguntas que día a día me hago, nos hacemos. Ahora mismo, en una línea investigadora multidisciplinar que compartimos a nivel español, europeo y estadounidense, estamos iniciando una investigación clínica sobre una inmunoterapia vacunal frente al cáncer de ovario. El asunto es complejo, de una dificultad de procedimiento alta, pero muy estimulante. Los principales hospitales españoles están involucrados, con representación de las Islas Baleares. Este trabajo se desarrollará en los siguientes años. Dados los resultados obtenidos en fase preclínica, esperamos demostrar un impacto muy potente que puede mejorar sustancialmente nuestras posibilidades actuales de curar el cáncer de ovario. Espero que cuando publiquemos los resultados, no salgan un tenista o un cantante o una actriz diciendo que escuchando una sinfonía de Brahms o bebiendo zumo de kiwi los resultados pueden ser mejores. Veremos.