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La llaman la sociedad de los dos tercios: dos terceras partes de los trabajadores tienen un trabajo más o menos fijo y bien pagado, en puestos superiores y con posibilidades de ascenso; el otro tercio malvive con contratos temporales, con frecuencia también a tiempo parcial, saltando de empleo en empleo o como falsos autónomos, sin perspectivas de futuro y con largos baches de paro. Es el precariado, bastante coincidente con lo que Marx llamó el ejército industrial de reserva, y que vino a sustituir al proletariado. En el caso español, llegó al 48 % de los asalariados.

La precariedad laboral castiga a todos, pero especialmente a jóvenes, mujeres e inmigrantes. Ya no es una etapa de paso al integrarse en el mercado laboral, sino una situación estructural, endémica.
Los precarios pagan todas las crisis. Tras la de 2008, mientras los trabajadores fijos mantuvieron sus salarios nominales, éstos cayeron un 17 % entre los precarios; si descontamos la inflación, la caída de los ingresos reales de los estables fue del 10 %, pero la de los precarios fue ni más ni menos que del 25 %, una cuarta parte de su anterior poder adquisitivo. Durante la pandemia COVID, la precariedad llegó a duplicarse, cronificándose desde entonces.

El caso español ostenta, junto con Grecia e Italia, la mayor precariedad de Europa. Esta persistencia del precariado en España es una de las causas que nos sitúa en el quinto puesto de los países económicamente más desiguales, solo por detrás de Rumanía, Bulgaria, Letonia y Lituania. Junto a la precariedad aparece el siniestro fenómeno de los trabajadores pobres, aquellas personas que aun teniendo trabajo no salen de la pobreza. Los sindicatos fueron creados y organizados sobre el viejo proletariado, obreros de grandes fábricas mal pagados pero con contrato más o menos indefinido; los precarios, por contra, tienen poca capacidad organizativa y por tanto reivindicativa, y han quedado fuera del radar sindical, para beneficio de la patronal, que dispone ahí de carne de obra barata y sumisa.

La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, ha prometido luchar –dice que esta vez en serio– contra esa dualidad del mercado laboral. Es absolutamente necesario, le deseo mucha suerte.