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La primera aparición conocida de la Virgen fue hacia el año 40, apenas unos 7 años después de la crucifixión del Señor. Santiago se encontraba en España. Desanimado porque no daban resultado sus predicaciones, vino la Virgen sobre un pilar y le prometió frutos abundantes en aquella tierra. Santo Domingo de Guzmán (1140-1222) tristeaba también como Santiago porque los albigenses no se convertían. Se sometía a ayunos, flagelaba su cuerpo… parece ser que la Virgen en persona le dijo: «No te flageles más de lo necesario y reza una oración que Yo te voy a enseñar. Prometo que quienes recen el rosario se convertirán» y, en efecto, los albigenses, herejes de aquel tiempo, se convirtieron en gran número. En Lepanto «la mayor ocasión que vieron los siglos», según Cervantes, los combatientes cristianos, al mando de don Juan de Austria, rezaban el rosario continuamente. Enfrentados a un ejército más numeroso y mejor preparado, de pronto, el viento cambió de dirección, sopló en la popa de las naves de la Liga Santa empujándolas hacia el triunfo. De ahí surgió la advocación Virgen de las Victorias. En Hiroshima y Nagasaki la bomba atómica dejó asoladas ambas ciudades, excepto dos iglesias donde varios jesuitas rezaban el rosario. Las iglesias y las personas quedaron intactas. Hoy Alemania se debate ante otro serio riesgo de cisma y, en Hamburgo, Valinia Arauco, una madre peruana convocó una salida con la imagen de la Virgen de Fátima y el rezo del rosario por las calles de la ciudad… donde latinos alemanes y cuantos lo desearon rezaron el rosario. El hecho se produjo este domingo para suplicar el cese de bendiciones en las iglesias de matrimonios entre personas del mismo sexo, el respeto a la vida hasta la muerte natural, el cese de las guerras… Y el milagro apareció de nuevo. La Virgen dijo sí y reunió en torno a ella a muchas, muchas esperanzadas, amorosas almas.