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He pasado una semana en un crucero de esos que son como una ciudad que se desplaza por el mar, sin que la mayoría de los miles de cruceristas lo aprecien ni visiten las ciudades si están lejos de los puertos de atraque. En los cruceros a la gente le da por comer y beber a todas horas (TI), meterse en la sauna y el jacuzzi, seguir disciplinadamente las indicaciones de los animadores para bailar en grandes grupos y lucir modelitos horteras.

Pero no contaba con que iba a ser sometido al insufrible castigo de caer en la inmersión tóxica de TVE, versión canal 24 horas, el único canal en español que esos mastodontes marinos retransmiten. Su visión ha constituido un severo correctivo, merecido por no saber inglés. Llevaba tres años ignorando a RTVE, desde que entendí que era utilizada por el Gobierno sanchista como un órgano difusor de propaganda distorsionada, falaz y maliciosa. El último programa que sufrí en el barco fue uno en el que los tertulianos competían en inferir al PP toda clase de descalificaciones por negarse a renovar el CGPJ; para remate, entrevistaron a Echenique para que diera su imparcial opinión. No desaprovechó el podemita la ocasión para llamar al PP partido sedicioso por el retraso.

Sánchez se ha apoderado de las instituciones para obtener el poder absoluto y, con él, encarar la campaña electoral y desafiar a las encuestas desfavorables, incluida la verdadera de Tezanos, que le entrega por debajo de la mesa. Para ello, ha acometido en RTVE una limpieza ideológica, depurado a los incluidos en las listas que los comisarios políticos de CCOO habían elaborado con los progresistas tibios, empezando por el presidente Pérez Tornero. Y la ha copado sustituyéndolos por otros más afines, activistas y serviles, aunque sea, como en el caso de la presidencia de RTVE, utilizando triquiñuelas al margen del procedimiento que establece la ley del ente público.

Pretende completar la faena con el control del CGPJ y el TC, lo que le permitiría mantener el andamiaje de ingeniería social construido y le facilitaría la negociación de un referéndum con la Generalitat. La obsesión de Sánchez ha sido suprimir la separación de poderes y convertir el Poder Judicial en una extensión del Ejecutivo.