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L a mentira en economía es reprobable. El error se puede disculpar; la mentira no. Máxime cuando quienes emiten afirmaciones tergiversadas o directamente falsas en el campo económico, lo hacen a conciencia. Estamos leyendo y escuchando, en este sentido, diferentes declaraciones –a cual más lamentable– de dirigentes conservadores sobre la evolución económica de España. El máximo dirigente conservador dice que España es colista de Europa en crecimiento económico. Resulta grotesco que alguien que pretende dirigir el país se encierre en falsedades que, como esta, tiene las patas muy cortas. Los datos –siempre los datos ante la mentira– indican justamente lo contrario: la economía española es la que más va a crecer en 2022 y la que esquivará una recesión severa en 2023 y 2024.

Esto no lo subraya el Gobierno: lo indican instituciones como el FMI y, muy frescas por recientísimas en sus estimaciones, entidades como Bloomberg. La economía española se asirá a crecimientos positivos, marcando esa tendencia; la discrepancia puede estar en el número que, no obstante, se augura positivo. Algo que también ha rubricado el Banco de España en sus últimos cálculos.
Es decir, instituciones de referencia constatan algo que el líder conservador español ignora por completo, a partir de comparecencias mediáticas que friegan ya la estulticia. Sólo con mirar los datos que emanan del BCE, Banco de España, FMI, OCDE, Funcas y Comisión Europea –entre otras– la cúpula del Partido Popular debería tener ya suficiente información como para no persistir en ese cúmulo de mentiras interesadas que están vertiendo, sin pudor alguno. No hay la más mínima prudencia y cautela en todo ello: es una conducta hate más propia de un hooligan que de un partido de gobierno. Con la única pretensión de engañar a la población. Los economistas de cabecera de ese espectro conservador deberían advertir que, con mentiras y excesos de ideología, no se va a ningún lado: el ejemplo británico debiera servir para corregir esos desmanes, desaguisados que han sido denunciados y criticados severamente por parte de sectores influyentes de la economía liberal.

Quienes, además, advierten que en España determinadas opiniones que circulan no pueden ser tenidas en cuenta, más que a beneficio de un patético inventario de los conservadores. Ejemplo: la enmienda a la totalidad de la Comisión Europea a las patrañas lanzadas por correas mediáticas conservadoras, contra la gestión de los fondos europeos por parte del gobierno español.
No se puede gobernar con la mentira como divisa, con la ignorancia buscada sin contrastar datos, sin asumir informaciones veraces: sólo con la ideología extrema, esperando que un posible desastre arrastre al gobierno. Actuar ideológicamente de forma radical es lo que ha arrollado al ministro de Economía del Reino Unido, y ha puesto en el alambre a la premier británica. Los conservadores españoles deben pensar que todo eso no van con ellos, a pesar de que están diciendo las mismas cosas que han horadado la confianza de los mercados en el Reino Unido. Y es que la estupidez es una variable a considerar.