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La bárbara guerra de ocupación y de destrucción de Ucrania que está llevando a cabo el Ejército ruso nos evoca, desgraciadamente, los peores momentos del siglo XX con la guerra emprendida por Hitler. No exagero. El dictador alemán apelaba al ‘Lebensraum’, es decir, a la necesidad del espacio vital para el pueblo alemán que justificaba la expansión hacia el este y dio lugar a la ocupación de Polonia y al comienzo de una terrible guerra que devastó el continente en apenas cinco años. En esta guerra, el presidente Putin apeló con el peor estilo a un argumento muy semejante para justificar la invasión de Ucrania, el de que está en juego la seguridad de Rusia, si Ucrania ingresa en la OTAN. No puede aceptarse la ocupación de un país como una medida preventiva. Los argumentos históricos no tienen cabida. No se puede revertir la historia de Europa con tanques y cañonazos porque no terminaríamos nunca. La actual Kaliningrado rusa fue en su día ciudad de Prusia oriental, Königsberg, la patria de Kant.

La independencia de Ucrania fue proclamada en 1991 y aceptada por Rusia o por la Unión Soviética según se mire. Ucrania es un país soberano. Aunque Rusia y Ucrania compartieran en la Edad Media, señas de identidad y aunque Crimea podría ser rusa porque fue Krutchov (ucraniano de Kursk) quien la desgajó de Rusia para ‘regalársela’ a Ucrania, nada de todo esto justifica la invasión y la destrucción de Ucrania Rusia no tiene ningún derecho de vigilancia o supervisión sobre Ucrania y el pueblo ucraniano es muy libre de tomar las decisiones que más le convengan sobre su seguridad. Ni Estados Unidos ni la UE pueden dar un paso atrás en el apoyo sostenido al Gobierno ucraniano para hacer frente al Ejército ruso.

Putin está perdiendo la batalla, más bien todas las batallas, la real de las armas, la propagandística y la del apoyo interno en Rusia. Por ello, endurece el lenguaje, llama a reservistas y alude a su armamento nuclear como elemento disuasorio para los países aliados de Ucrania. No podemos permitir esta bravuconería. Pero al mismo tiempo es urgente encontrar una vía de solución al conflicto, aunque duela y haya que ceder algo. Para llegar a un alto el fuego habrá que tragarse algunas incongruencias y es que la paz se firma con los enemigos, no con los amigos y por eso es tan difícil. Es urgente detener el reguero de muerte y destrucción que sufre el pueblo ucraniano.