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El pasado mes de junio explicaba en esta tribuna los movimientos de Turquía en el tablero internacional: Sus pasos en Siria, con intervenciones militares en el norte de Alepo, persecución a las milicias kurdas bajo el paraguas de ‘guerra contra terrorismo’, maniobras militares continuas en el mar Egeo.

Después de una aparente calma en las relaciones turco-griegas, los últimos días fueron testigos de una escalada en las declaraciones, amenazas entre los dos países motivadas por la eterna disputa sobre las islas del Egeo a lo largo de la costa mediterránea. Uno de los temas que motiva esta disputa es las grandes reservas de gas y petróleo que se encuentra en la zona, además de la división de la isla Chipre y el control de las fronteras aéreas y marítimas entre los dos países.

La medición del aumento de la escalada de tensión se vio en el último discurso del presidente Erdogan que acusó a Grecia de ocupar las islas y amenazó con el lanzamiento de una acción militar en cualquier momento, citando la batalla de Izmir en 1922 cuando Ataturk expulsó a los griegos para fundar la Turquía moderna. La frase utilizada por Erdogan, «podemos llegar de repente una noche por sorpresa», es la misma utilizada antes de lanzar operaciones militares en Irak y Siria.

Las señales que precedieron el aumento de la tensión, fue la presión griega sobre Estados Unidos para no firmar la venta a Turquía de los cazas F.16, la militarización de las islas del Egeo por parte de Atenas como respuesta a la presencia de unidades militares turcas en las costas cercanas, el gran apoyo militar americano a los griegos a través de su presencia con una base naval en la isla de Creta y una base militar en el mar Egeo con 20.000 soldados americanos.

Erdogan en sus horas bajas a nivel interno, con unas elecciones a la vuelta de la esquina, está buscando subir el tono con un discurso nacionalista antioccidental, pero al mismo tiempo busca ser un socio estratégico e influyente para Europa, quiere participar en el transporte de gas del mediterráneo oriental a Europa. Su neutralidad en la guerra de Ucrania le está dando el rol de árbitro en las negociaciones con Rusia.

En una guerra griego-turca, perdería Europa y ganaría Rusia. Por eso es de vital importancia mantener la estabilidad en el sur oriental del Mediterráneo, cada vez más estratégico vista la situación actual con la guerra de Ucrania, el desafío ruso a los países europeos y una posible alineación ruso-turca.