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Tal día como hoy, hace 85 años, la población de Palma sufrió un doble bombardeo de la aviación republicana. Seis mallorquines murieron y ocho quedaron heridos sin que nadie, actualmente, haya publicado sus nombres ni defienda su memoria. Ningún historiador se ha molestado nunca en investigarlo ni en hacerles homenaje alguno, así que yo lo voy a contar en esta columna.

A las diez de la mañana del 7 de octubre de 1937 un total de 15 aviones rusos Katiuska arrojaron decenas bombas sobre Palma. Uno de los barrios más castigados fue el de Santa Catalina, entonces un arrabal obrero con mayoría de voto izquierdista. Los proyectiles cayeron alrededor de la iglesia de San Magín y asesinaron a Guillermo Vaquer Adrover cuando intentaba protegerse pegado a una pared. Sobre su muerte, la prensa publicó que «no hubiese ocurrido de haber seguido las órdenes, porque tuvo tiempo de sobra para llegar hasta el refugio, pero prefirió quedarse arrimado a una pared cercana a la iglesia de la Inmaculada Concepción».

La finca de Can Florit, situada junto a la iglesia y el actual restaurante Spot, quedó acribillada de metralla desde el portal hasta la azotea. Esta finca está todavía arreglando problemas de estructura debido a aquel bombardeo. Así lo comunicó hace poco el presidente de la comunidad a los vecinos.
Los aviones continuaron hasta la base italiana de Son Sant Joan y, como todavía les quedaba carga, arrojaron bombas sobre fincas colindantes en el Pla de Sant Jordi. Allí mataron a otras dos personas: Bernat Ramis Nadal, hijo del que había sido maestro del Pla de Sant Jordi y autor del libro Doble Assassinat, y Margalida Pou Vich, de s’Aranjassa. Quedaron heridos Margalida Vich, Josep Campins y Francesc Mulet.

El libro Pla de Sant Jordi, historia d’un poble, recoge el testimonio de una testigo: «El día que murió Bernat Ramis sentimos un fuerte ruido de motores que se acercaban. Eran unos catorce aviones que volaban a mucha altura. (…) Todos los payeses de los huertos cercanos corrimos hacia el refugio de Can Vico de Darrere, mientras se oían las ráfagas de ametralladoras de Son Sant Joan».

A eso de las cuatro de la tarde volvieron los aviones. Esta vez la peor parte se la llevó el casco antiguo de Palma: la zona de sa Gerreria y es Baluard des Príncep. Arrojaron unas 80 bombas pero no todas explotaron. Una de 150 kilos cayó en el patio de una casa de la plaza del Pes de sa Palla y milagrosamente no detonó. No tuvieron tanta suerte en una vivienda cercana y una mujer murió bajo los escombros de su casa. Su hija pequeña resultó herida. Por ahora no he encontrado sus nombres.

Cayeron bombas también en el histórico Convent de Sant Jeroni. Allí murieron aplastadas en la Enfermería las únicas dos monjas que no pudieron bajar al refugio. Una estaba ciega y gravemente enferma, así que no podía moverse. Se llamaba Amparo de Jesús Mir Jaume y era prima segunda del obispo Josep Miralles. La otra no quiso dejarla sola y murió con ella. Se llamaba Antonia del Sagrado Corazón de Jesús Pons Alcover y era natural de Lloseta. No entiendo por qué mi admirado Josep Massot i Muntaner nunca publicó ninguno de estos nombres en su libro ni quiso humanizar una historia tan trágica como los bombardeos de Mallorca.