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Qué contento estaba el Gobierno estos días por haber logrado cumplir su principal misión anual, sin la cual todas las demás se quedan en balbuceos y agua de borrajas. Repartir del dinero. Aprobar los Presupuestos (PGE). No cabía en sí de gozo y orgullo, el Gobierno, daba gusto verlos tan ufanos, palmoteando. Albricias, presupuestos aprobados. Y decían que no seríamos capaces, esos cenizos, se felicitaban. Las ministras económicas resplandecían como el ángel de la Anunciación en todos los informativos, casi parecía que nos hacían ojitos y nos tiraban los tejos (a la audiencia, al pueblo) y aunque a estos PGE aún les queda un largo trecho de forcejeos parlamentarios para ser operativos, parece que lo más difícil está superado. Lo más difícil, naturalmente, es que el Gobierno se ponga de acuerdo consigo mismo, y más en cuestiones de dinero. Puesto que el dinero es la medida de todas las cosas, incluida la moral pública y la intimidad de la gente, y si cualquier particular se las ve negras para repartirse su dinero (consigo mismo, decía) a fin de que el presupuesto cubra lo que tiene que cubrir y dure lo que tiene que durar, figúrese las cuentas de toda la nación. Y figúrense si el dinero a repartir aún no existe, es dinero futuro, estadístico, supuesto. Virtual, para entendernos, y muy abstracto. No hay nada más abstracto en el mundo que los Presupuestos Generales del Estado. Que por otra parte, y en tanto que dinero, son la clave de la estabilidad, ese tótem abstracto al que hay que sacrificar todo. Porque la famosa estabilidad, incluida la estabilidad inestable del Gobierno, es siempre presupuestaria, y muy dependiente del dinero. De nada más. Como las monumentales abstracciones escultóricas de Richard Serra, por ejemplo, que consisten sólo en estabilidad. No tiene sentido criticar unos presupuestos generales, como hace el PP y filiales, alegando que el Gobierno se inventa dinero. Pues naturalmente, en eso consiste el arte abstracto. Lo único que importa, como en el caso de Serra, es que el artefacto se aguante estable, incluso en sede parlamentaria. Estabilizando de paso al propio Gobierno, que falta le hace. Cómo no iban a resplandecer nuestras ministras.