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Más de once millones de españoles tienen suscrita una póliza de seguro médico privado. Casi la cuarta parte de la población, incluidos niños de pecho. La inmensa mayoría de estos millones de españoles no son ricos por casa, ni les sobra el dinero, sino que, aun con sacrificios, prefieren una atención rápida, y no tener que sufrir las largas y desesperantes listas de espera que se generan en la sanidad pública.

Esos millones de españoles han suscrito sus pólizas con total libertad. Quiero decir, que no han recibido amenazas.

Sin embargo, en la Ley de Equidad parece como si la medicina privada estuviera compuesta por empresas peligrosas de las que no conviene fiarse. En el último alumbramiento gubernamental, la colaboración tradicional de hospitales privados y públicos parece que sólo tendrá carçacter excepcional. Bien. Si desapareciera en España la medicina privada, y los más de once millones de usuarios se incorporaran a la sanidad pública, operarse de un menisco sería cuestión de muchos meses, y ser recibido por un especialista tener suerte a que fuera antes de un año, o no esperar, porque algunos fallecerían antes de entrar en la consulta.

El costo de esos servicios, que generan casi el 10% del PIB, recaería en la sanidad pública, que, por cierto, alivia su presupuesto cuando un enfermo se deriva a un hospital privado, por la sencilla razón de que el costo de la cama que cobra el hospital privado sale más barata que el costo De todas formas hay países en los que no existe la medicina privada. Cuba, por ejemplo. Y otros, como Venezuela, donde casi el 80% de los hospitales públicos carecen de anestesia y les faltan medicinas, por lo que la enfermedad más básica causa pavor.

Si a la ley de Equidad se le da otra vuelta de tuerca, y se proscribe cualquier colaboración con la Privada, PODEMOS ir camino del paraíso venezolano.