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La RAE, una de las escasas instituciones estatales de prestigio que nos quedan, define con acierto el bluf como «montaje propagandístico destinado a crear un prestigio que posteriormente se revela falso». Ignoraba que la Academia tuviese, además de sus habituales encomiendas relativas a la limpieza, fijeza y esplendor de la lengua, dotes adivinatorias. Imposible no representarse la foto de Pedro Sánchez y Francina Armengol al leer tal definición.

Muchos medios, y los palmeros habituales de UGT, CCOO y sector hotelero, recibieron a calzón quitado las enésimas promesas del mentiroso por antonomasia del reino, olvidando una vez más sus antecedentes patológicos. Qué presencia de ánimo y qué grado de ingenuidad –o de malicia– tan superlativos se necesitan para creerles aún algo al uno y la otra.

Pero, además, lo prometido son solo las migajas de un régimen que nació muerto, porque ni PSOE ni PP –que se ha sumado al aplauso entusiasta– tolerarían un archipiélago balear bien financiado. A ustedes y a mí no nos va a llegar ni un céntimo. La prueba más evidente de que el rebluf de Armengol y su bello jefe es solo mera escenografía es que ningún medio estatal le ha otorgado la condición de noticia a esta comedia de barra, ni ningún barón socialista ha saltado al cuello de su colega insular, como hacen cada vez que se habla de Cataluña, Andalucía o del Madrid de Ayuso. En términos económicos, el embustero de cabecera se limita a prometer algún millón más de los que ya nos habían asignado antes con el descuento de residente, o con el plan de carreteras del que tuvimos que devolver al Estado gran parte porque el podemita Iván Sevillano no quiere otra cosa que caminos de carro para dificultar la movilidad del respetable y así conseguir que los turistas se desvíen a Grecia o a Turquía.

Hablando de turistas, el otro gran anuncio de Sánchez ha sido que el Estado va a financiar el proyecto maldito de Més, el tranvía cuya inminente ejecución lleva prometiendo el Pacte desde hace más de quince años y que, de momento, es solo un dibujito muy guay que nos ha costado unos cuantos millones de euros a todos los contribuyentes.

El turismófobo Més, el partido de la pluscuamturismofóbica Neus Truyol, es el que quiere ponerse la medalla de que se inicie la ejecución de una obra de enorme impacto para facilitar el acceso de todos los turistas a Palma desde el aeropuerto. Mientras se alinean con quienes piden no volar si no es estrictamente necesario –yo ando ya buscando un rucio a buen precio–, en Més trabajan por incrementar el ritmo de gentrificación de Ciutat y sus magníficas relaciones con la colonial AENA.

El partido de Lluís Apesteguia no ha sido jamás un dechado de coherencia, para qué vamos a engañarnos, pero esta última crisis esquizoide solo puede acabar si, además, se proyecta un ramal para acercar los miles cruceristas desde Portopí en un tranvía ecológico que se mueva quemando gas ruso –o carbón sudafricano– en es Murterar.

Més es un partido de izquierdas que, en el fondo, quisiera serlo de extrema derecha. Solo así se entiende que la Comisión Balear de Medio Ambiente, que presiden los expesemeros, respalde el proyecto de explotación salvaje de sa Garrigueta, en Establiments. Este asunto empieza a oler muy mal.