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Estaba viendo el telediario tranquilamente, sin meterme con nadie, cuando en medio de la habitual sucesión de spots publicitarios de las diferentes fuerzas políticas y culturales, me salió uno que tardé varios minutos en saber qué era y qué pregonaba. Y eso que el anunciante era el propio Gobierno de España, nada menos, y en su nombre el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030. Seguro que ya lo han visto. Tras una serie de imágenes vagamente posapocalípticas de mundos futuros bastante devastados, propios de alguna anticuada serie de ciencia ficción, el Gobierno de España, o para ser más exactos la ministra Belarra (psicóloga tenía que ser), lanzaba su asombroso mensaje: «¡Basta de Distopías!». Tardé en darme cuenta de qué era aquello porque no me podía creer tamaña imbecilidad. ¡Belarra, es decir, el Gobierno, contra las ficciones literarias de toda la vida! ¡Se declara ilegal toda la ciencia ficción del siglo XX y lo que llevamos del XXI! ¡La Agenda 2030, decidida a erradicar las perniciosas narraciones distópicas! Utópico empeño, que me llevó a preguntarme por qué el Gobierno, y concretamente la psicóloga Belarra, en lugar de un spot, no usaba el BOE, y declaraba prohibidas los millares de distopías, antiguas o actuales, que infestan el mundo del espectáculo y las ficciones. Porque sólo con publicidad institucional, ya les adelanto que no lo conseguirán. Claro que eso sí que sería una distopía atroz, tipo Fahrenheit 451, o de las que imaginan un mundo convertido en mugriento valle de lágrimas, con amos, esclavos y herrumbrosas ruinas, y habría que prohibirla al grito de ¡Basta de Distopías! En fin, que parece que el Gobierno no sólo quiere gestionar, regular y gobernar toda la realidad, hasta el mínimo detalle, sino también la imaginación literaria. Y a esta ministra psicóloga educativa no se le ocurre otra manera de promover las buenas intenciones y el optimismo escénico que abolir media literatura universal. De momento, dramas, tragedias y sátiras feroces se salvan, pero ya me veo venir el spot ¡Basta de melodramas! Y ojo, que esto ya lo hacía el Vaticano. A ver si el Ministerio de Cultura contraataca con un institucional ¡Basta de imbecilidades!