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Resultaría asombroso, de no estar acostumbrados, a estos cambios de criterio de los miembros del Gobierno, cuya ideología no es inamovible, sino que puede cambiar en un par de horas. Comenzó, hace tiempo, cuando su aspirante a presidente declaró que había un partido político con el que nunca gobernaría, porque le impediría dormir, y, en muy poco tiempo, resultó que no sólo no le quitaba el sueño, sino que ha demostrado que es tan milagroso como un somnífero.

Contemplar a la verborréica ministra de Hacienda decir todo lo contrario de lo que proclamaba el día anterior es uno de esos espectáculos que explican las causas por las que gente de talento y de valía –y en España hay bastantes– jamás se acercarán a la política. Imagine usted, por un momento, a un científico conocido, a un jurista, a un filósofo o a un ejecutivo de trayectoria brillante, formar parte de un Gobierno donde se vería obligado a lanzar diatribas por la iniciativa de la oposición y, a las pocas horas, convertir lo admonitorio en virtud. Y todos los ministros a la vez, formando una imagen de rebaño sumiso y obediente, como señaló con tino en Antena3 TV Vicente Vallés, y hablando todos de rebajas fiscales ‘selectivas’. Vamos a ver, rebaño de tontos contemporáneos: en todos los países de la Unión Europea, los impuestos fiscales son selectivos porque se basan en que paguen más los que más tienen. En Suecia y en Alemania, en Grecia y en Dinamarca. Y en Estados Unidos. Y en Canadá. Y son selectivos, porque el que más cobra, más paga.

Por eso, intrínsecamente –explíquenle a María Jesús Montero, que es de Ciencias, los que significa intrínseco– todo los impuestos fiscales son selectivos: todos. Repítanselo para que no siga haciendo el ridículo, porque que esté haciendo el ridículo la ministra de Hacienda produce la impresión de que el dinero que pagamos los españoles es un dinero que alguien se lo toma por montera.