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Bill Finger, cocreador del personaje de Batman junto al dibujante Bob Kane, describía Gotham City como el trasunto oscuro, decadente y corrupto de Nueva York y de otras grandes ciudades norteamericanas.

Ese universo nocturno del cómic estadounidense, de superhéroes masculinos que visten calzoncillos por encima de unas mallas de bailarín, bien alejado de la realidad mediterránea, comparte sin embargo elementos comunes con nuestra particular ciudad ficticia, nuestra Palma de tebeo oscuro, Hilaburgo.

José Hila, como el alcalde Gotham Don Mitchell Jr., aparenta ser un tipo pulcro y eficiente, mientras a su alrededor la urbe se desmorona en un caos de suciedad, violencia, abandono y colapso circulatorio. Lamentablemente, no es el argumento de ningún cómic, sino la cruda realidad que vivimos los palmesanos.

Ajeno por completo a esa incómoda verdad, el alcalde levita en un baluarte de supuestos derechos sociales, en un éter de selfies y avatares cuidadosamente diseñados que pretende, en último término, colocar a los ciudadanos unas potentes gafas VR que nos alejen del fastidioso y maloliente escenario de obras inacabadas, barrios degradados, parques abandonados, vertederos consentidos, edificios públicos en ruinas, prohibiciones absurdas, muros pintarrajeados y basura por doquier que, sin la ceguera ideológica que provocan esas gafas, presenta Hilaburgo, ciudad maldita.

Y cuanto más se cuchichea acerca del relevo del alcalde en los próximos comicios, más se encastilla él en las redes sociales, más fotos y eslóganes produce su fábrica de realidad virtual, más defiende Hila su cátedra municipal, como si le fuera la vida en ello.

Enfrentado a la hipótesis de ser aparcado en el Senado hasta su jubilación para no seguir lastrando las expectativas electorales socialistas, Hila saca a relucir su orgullo y se autoproclama único candidato a alcaldable por el PSIB, mientras Francina Armengol –otra política profesional como él– suspira porque el perdedor de las próximas elecciones en Palma sea otro, alguien que pase desapercibido y no suscite reacción neuronal alguna en la ciudadanía, que permita desviar la responsabilidad de la derrota desde el Consolat hacia Pedro Sánchez. Hemos perdido por culpa de ‘Madrit’, ese es el mantra que se incuba en Miracle, 1.

El candidato perfecto para ello no es Aina Calvo –enemiga íntima de Armengol y dirigente demasiado significada entre los votantes–, sino alguien de perfil mucho más plano, translúcido, sin ideas propias, de quien no se conozca error alguno porque no haya hecho absolutamente nada que le permita equivocarse o, eventualmente, acertar.

No, el mejor candidato para el PSIB para optar a la candidatura de Palma-Hilaburgo es Pere Joan Pons, quien lleva seis años en el Congreso de los Diputados sin que se le conozca una sola intervención ni a favor ni en contra de los intereses de Balears. Pons es el prototipo del alfil ideal de Armengol, alguien que jamás le hará sombra porque es completamente transparente, programable, predecible, incoloro, inodoro e insípido.

Neus Truyol haciendo un corro de las patatas turismofóbico frente al Consolat es el mejor retrato de la caricatura en que se ha convertido Més. Este sí que es un tebeo de los de reírse, mejor que la Familia Ulises.