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Muchas cosas del pasado cultural de Mallorca están por aflorar. Conocemos muy bien la vida de algunos grandes escritores y pintores que vivieron entre nosotros, estoy pensando en Gertrude Stein, en Robert Graves o en Camilo José Cela Trulock quien a través de su revista Papeles de Son Armadans, puso a Mallorca en el centro de las letras hispánicas, cosa que parece se ha olvidado. Del paso de otro grande por nuestra Isla, Josep Pla, también lo sabemos casi todo y, además, la describió casi toda en su Calendario sin fechas y en su guía de Mallorca. De grandes pintores como Anglada Camarasa, Joaquim Mir o Joan Miró también se ha escrito mucho, incluso de la estancia mayormente en Deià de la poetisa salvadoreña Claribel Alegría (a quien tuve la fortuna de entrevistar hace unos años), de García Márquez (parte de El coronel no tiene quien le escriba lo pergeñó en Mallorca), de Julio Cortázar, que escribió un relato breve sobre el paisaje de la Serra de Tramuntana, y de otros artistas cumbreros. Luego hubo otros plumíferos e intelectuales que merodearon por la Isla y de los que apenas tenemos datos porque la búsqueda habría que hacerla en los archivos de sus países de origen: tal ocurre con muchos artistas que vinieron de Centroeuropa a Mallorca e Ibiza huyendo de los nazis y otros escritores que nos visitaron, aunque seguir su rastro es complicado, como ocurre con nuestra protagonista de hoy.

En el número de 1935 de la revista holandesa Elsevier’s Geïllustreerd Maandschrift, la escritora y poetisa Kitty Henriëtte Rodolpha de Josseling de Jong (1903-1991) publicó un artículo sobre Deià y Valldemossa. Esta revista era la más importante que se editaba en los Países Bajos sobre literatura y artes visuales. Josseling nació en La Haya, su padre era médico y tuvo dos hermanos, su familia era rica, su madre le inculcó su afición por la música y Kitty llegó a tocar muy bien tanto el violín como el piano y esa fue una de las razones por las que visitó y escribió sobre Valldemossa.

Su vida fue la de una soltera, muy atractiva, que hacía lo que quería porque tenía dinero, daba recitales, escribía novelas cortas y en 1934 comenzó a viajar habitualmente por América, Europa y, desde luego, por Mallorca. Su relato mallorquín publicado en Elsevier’s se titula ‘Sueño de Deyá’ y en el mismo, Kitty recrea la estancia de una mujer, ella misma, que con nombre falso vive de incógnito en «este lugar de la tierra, Deyá, en un mar sin horizonte». Kitty llegó a Palma donde estuvo un par de días, le interesó poco la capital, alquiló un coche y se fue a la Cartuja de Valldemossa porque quería ver «donde Chopin había vivido su sueño de amor», luego estuvo en Porto Cristo, Pollença y sobre todo en Formentor que le encandiló mucho por sus pinos… finalmente acabó en Deià donde durante un tiempo encontró el paraíso. Dos familiares de Kitty fueron intelectuales muy importantes, ambos profesores de la Universidad de Leiden y padres de la antropología estructural, esa que finalmente desarrollaría Lévi-Strauss.