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Si los socialistas aspiran a una cierta coherencia con el mensaje político de su partido en toda España, sus candidatos en Baleares tienen por delante la ardua labor de identificar a los «ricos y poderosos» que se conjuran contra los gobiernos progresistas.

El vuelco promovido desde La Moncloa puede generar confusión en Baleares: los dirigentes del Ibex y de las «grandes corporaciones» que Pedro Sánchez convocaba para una foto con el poder económico al comienzo del curso político son hoy los conspiradores contra sus políticas, objetivo de sus proclamas contra los «ricos y poderosos», en el más puro lenguaje de la extrema izquierda, mientras en Baleares las carantoñas a esos mismos poderes son marca de la casa PSOE. Francina Armengol, aspirante a repetir en el Govern; Catalina Cladera, al Consell, y José Hila al Ayuntamiento, bueno, no, es difícil que Hila sea de nuevo candidato si el PSOE quiere salvar algunos muebles en Palma, deberán hilar muy fino para no contradecir al gran jefe.

Por carantoñas entendamos, a título de ejemplo, una legislación turística a satisfacción de las grandes empresas hoteleras o, incluso, el obsequio millonario de las instituciones a los propietarios del Mallorca, el sancionado por racista y sexista Robert Sarver y su socio Andy Kholberg, que, además de ricos, deben ejercer mucho poder si han conseguido convertir en obligación para el PSOE la concesión de una espléndida subvención.

Cuando las encuestas vienen mal dadas, todos los partidos lo atribuyen a los errores de comunicación. De ahí que Pedro Sánchez, ateniéndose a los cánones de la comunicación política, se haya desentendido de la amenaza de la ultraderecha para focalizar sus males en un nuevo enemigo exterior, los poderes ocultos que maquinan en su contra y dirigen a su principal adversario, Feijóo y el PP, denostados día sí y otro también por sus ministros y portavoces partidarios.

La campaña de propaganda de «el gobierno de la gente» exige salir a la calle, extremo que Sánchez, a diferencia de Francina Armengol, solo puede hacer blindado y en actos con un público cuidadosamente elegido. Y un reality televisivo en forma de serie sobre las andanzas del presidente en La Moncloa, que se estrenará con el título provisional de Las cuatro estaciones (¿qué culpa tendrá el pobre Vivaldi de las ocurrencias del aparato propagandístico socialista?).

Como dato orientativo, sin ánimo de comparar, José Luis Sáenz de Heredia (1911–1992) dirigió en 1964 la película Franco, ese hombre, cuyo guion fue supervisado por una comisión interministerial coordinada por Fraga Iribarne, que pretendía conmemorar los «25 años de paz», el aniversario de la victoria en la Guerra Civil, tras el golpe de estado franquista. Se quedó en proyecto una segunda parte, que habría abarcado desde los años sesenta hasta la muerte del dictador e iba a titularse El último caído, tal como descubrió la tesis doctoral de la historiadora francesa Nancy Desthier, defendida en La Sorbona en 1994.

El uso de la imagen al servicio de la política no es, pues, novedoso, aunque la campaña socialista de «la gente» ha sufrido un enorme encontronazo con una sencilla pancarta manuscrita sobre un cartón y exhibida en Sevilla que desactiva los esfuerzos y el dinero gastado: «Que te vote Txapote».