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La compañera Laura Jurado contó el otro día en la serie Imaginari de IB3 la historia del bombardero alemán que cayó en Cabrera durante la II Guerra Mundial. Es una de las más conocidas porque de ella derivó la leyenda del fantasma del piloto apodado ‘El Lapa’. Hubo otros cuatro aviones nazis que se estrellaron en Baleares y uno de los menos conocidos es el que cayó en Santanyí.

Según el historiador José Carlos Violat, el 1 de febrero de 1944 una escuadrilla de bombarderos Junkers Ju-88 volaron desde Montpellier (Francia) hasta Orán (Argelia) para bombardear un convoy aliado. Cuando regresaban, el tiempo empeoró y uno de los aparatos se quedó sin combustible, así que realizó un ataque de emergencia en un amplio llano que divisó a su izquierda: la finca de sa Punta, de Santanyí, que tenía 400 hectáreas y pertenecía a Maria Binimelis.

El piloto ejecutó un aterrizaje excelente. Según los testigos del suceso, recogidos por Violat, «el aparato venía solo, sin daños aparentes, desde la dirección sureste. Realizó algunas maniobras y se posó suavemente, pero el piloto no observó un muro que había al final del descampado y que servía para retener el agua de lluvia». Entonces, el avión colisionó violentamente contra el muro y murieron en el acto tres de los cuatro ocupantes del aparato: el piloto Kurt Koch, de 30 años; el observador Ernst Szillat, de 36 años, y el mecánico Wilhelm Wicher, de 28 años. El único superviviente fue el suboficial Kurt Naacke, que fue acogido por los dueños de la finca y pasó una noche en la pensión Can Martina, de Portopetro.

Naacke volvió a su país enseguida y los cuerpos de sus tres compañeros fueron enterrados en el cementerio de s’Alqueria Blanca. El nicho fue cedido por Nicolás Rigo al Consulado alemán y colocaron una placa con sus nombres y una cruz de hierro. En los meses siguientes, el Junker fue saqueado por los vecinos de la zona y la finca pasó a llamarse popularmente como el cementeri de l’avió.

En 1982 apareció por allí una joven alemana medio mallorquina llamada Gabriele Poppelreuter. Tenía el encargo de exhumar los cuerpos de alemanes muertos en las dos guerras mundiales enterrados por toda España. En Baleares tenía localizados 19 cuerpos: ocho en Mallorca, siete en Ibiza, dos en Formentera, uno en Menorca y uno en Cabrera. Se llevaron a todos, incluidos los tres de Santanyí, al cementerio alemán de Cuacos de Yuste (Cáceres), donde murió Carlos I de España y V de Alemania.

Allí, los dignificaron en tumbas separadas con una cruz y su nombre. Según me cuentan, la placa original de s’Alqueria Blanca permaneció algunos años más. Hoy, Gabriele, aquella joven alemana que recuperó los cuerpos, es teniente de alcalde de Deià con el líder de Més per Mallorca, Lluís Apesteguia.
Es curioso la cantidad de accidentes de aviones en los que solo hubo un superviviente. Ocurrió igual en Cabrera y en Andratx. Este último fue un bombardero francés Potez que pilotaban voluntarios checos para el bando republicano en la Guerra Civil. Fueron derribados por los cazas italianos en mayo del año 1937 y solo sobrevivió el piloto Jan Ferak. El aparato también fue saqueado y cuentan que su fuselaje fue reutilizado por herreros de la zona para hacer herramientas y cubiertos que hoy todavía se usan.