TW
1

Nada menos honorable que el gol del honor. No sólo es inútil, sino que agranda la derrota y la hace más rotunda, ya que de lo contrario no se llamaría del honor, apelativo reservado a las derrotas por goleada. Casi da la sensación de que te han dejado meterlo por pura conmiseración, puesto que total, qué más da si ya has perdido por paliza. Parece un gol por el qué dirán. En un partido normal y equilibrado no hay goles del honor, sino goles a secas, y sólo cuando se ha hecho el ridículo, y no hay disculpa, se acude a eso del honor. Pero los goles del honor no se celebran, sólo faltaría empezar a dar saltos de alegría como un capullo; si el goleador no puede contenerse, lo más que se le admite es un amargo sollozo. Salvas el honor cuando ya no puedes salvar nada más. Esto lo sé porque yo, como supongo que casi todo el mundo, he metido algunos goles del honor cuando era más joven, y me acuerdo de la vergüenza que dan y lo mucho que joden. Tanto, que ya me juré hace tiempo no volver a marcar ninguno, ni aunque me lo pongan a huevo por cortesía deportiva, y si se presenta la ocasión prefiero tirar la pelota fuera desdeñosamente. Mucho más honorable; el mejor gol del honor es el que te niegas a meter. Por desgracia, si meter el gol del honor es deshonroso, no meterlo aún lo es más a juicio del público, razón por la que tantos escritores ancianos, y sobre todo políticos, con el partido perdido por goleada, se dejen la piel por marcar ese gol absurdo, y hasta irrisorio. Además de contraproducente. En eso está Ciudadanos, y algunas ministras de UP, sin contar a Puigdemont, que lleva años buscando afanosamente el honor desde larga distancia. También Laura Borràs, pese a estar suspendida, intenta ese gol postrero a la desesperada. ANC hasta cree que ya ganaron. Vistas las trifulcas de la Diada, se diría que buena parte del independentismo pugna por el gol del honor. Comprensible en su caso, ya que se trata de un gol muy simbólico, como las victorias morales, y los indepes son más simbolistas que poetas franceses del siglo XIX. Qué manía, con el gol del honor. Si meterlo es triste, perseguirlo es locura. Yo nunca lo haría. Mejor reservar energías para el próximo partido.