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Durante la campaña electoral de Bill Clinton de 1992 contra George H. W. Bush, la frase «Es la economía, estúpido» se convirtió en el eslogan oficioso de la campaña de Clinton. Ganó. Hoy, como siempre, seguimos convencidos de que la buena gestión de la economía (sea lo que sea eso) constituye el eje de nuestro bienestar. Así nos lo han enseñado los economistas y lo repiten incansables los políticos.

Pero no. El creciente bienestar no hubiera sido posible sin la enorme, casi ilimitada, disponibilidad de energía de los últimos doscientos años. Energía es, por definición, la capacidad de realizar trabajo. Todo el desarrollo económico y tecnológico tuvo como base fundamental esa disponibilidad, y no el ingenio humano ni mucho menos el mercado capitalista. De hecho, este último ha sido un formidable impulsor del despilfarro. La energía no es un factor productivo más, sino un precursor de estos. Con energía se extraen y procesan todos los materiales, todo aquello que llamamos bienes de equipo y de consumo.

La expresión «crisis energética» ya está a diario en todos los noticieros. A diferencia de la crisis de 1973, ésta está aquí para quedarse. Incluso durante la guerra Irán-Iraq de 1979 (dos grandes productores), o segunda crisis del petróleo, no llegó a haber escasez. En el siglo XXI, Texas, el golfo Pérsico y el mar del Norte ya no dan más de sí; les queda petróleo, pero por motivos geofísicos apenas pueden incrementar su producción. Las renovables se hacen con petróleo, y de la energía nuclear, tras Chernóbil, Fukushima y Zaporiyia, más los residuos eternos que conlleva, olvídense. Además, renovables y nucleares sólo producen electricidad, y no todo, ni mucho menos, es electrificable, ni habría materiales suficientes (litio, cobre, tierras raras) para semejante electrificación global.

Ministros y presidentes corren de continente en continente como pollos sin cabeza buscando recursos mientras niegan el drama que se cierne sobre nosotros. Argelia y Qatar están frecuentadísimas, y hasta el presidente venezolano Nicolás Maduro ha sido milagrosamente rehabilitado. Se acabará comprando el petróleo y el gas rusos por alguna puerta trasera internacional –si no se está haciendo ya–, porque a corto plazo no hay otra opción.

Políticos, economistas y periodistas: es la energía.