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Demasiadas veces me he encontrado desquiciantes insensatos en la piscina donde practico natación. Se duchan dejando correr el agua durante más de 15 minutos, lo que equivale, según la OMS, a unos 300 litros. Expolian así un recurso natural escaso y que por este uso no pagan ellos. Si el grifo funcionara con monedas, alguno se iría con el pelo enjabonado. Por una vez, dejemos de echar el muerto a los políticos, que ya tienen demasiados cadáveres en el armario, y asumamos también la responsabilidad de los ciudadanos. O nos autorregulamos o no habrá más solución que duras restricciones.

No hay tiempo para seguir malgastando un bien tan necesario y limitado. España se seca, como oficialmente se ha reconocido, con un 26 % menos de lluvia de lo habitual y los embalses en su nivel más bajo desde 1995. Aquellos años fueron trágicos. Aunque parezca ciencia-ficción, las autoridades llegaron a plantearse la reubicación de la ciudad de Sevilla y hasta llevar un iceberg al Guadalquivir. Ahora, las imágenes de la última laguna de Doñana absolutamente consumida vuelven a vaticinar un escenario muy alarmante.

También Baleares está sedienta. Aquí no hay ríos que nos rieguen y el estado de acuíferos y embalses es paupérrimo. Algunos alcaldes han emitido bandos para concienciar y hasta los vendedores de agua, que no quieren pan para hoy y hambre para mañana, suplican a los vecinos que dejen de desperdiciar ante un incremento de un 30 % de la demanda. El bien es escaso para abastecer a los residentes, así que deberíamos plantearnos si estamos en condiciones de hacer frente a la avalancha de turistas con nuestros recursos naturales.

Mucha parte del consumo es descomunal e indecente, pero hay otro factor vergonzoso, que sí requiere actuación inmediata desde la administración pública. En Baleares unos 35 millones de metros cúbicos de agua se pierden al año en fugas accidentales, negligentes o interesadas. Es un negocio suculento para las empresas concesionarias, que hinchan sus facturas con consumo ficticio. El problema son las pésimas condiciones de las redes, tuberías de hace décadas que transitan bajo tierra y que revientan por cualquier subida de presión, fortuita o voluntaria. Instalaciones que requieren levantar el suelo y cruzar los dedos para localizar el punto de pérdida. Es urgente invertir en su sustitución.

Negueruela anunció hace un par de semanas el objetivo de reducir del 27 % actual al 17 % en 2027 el agua desperdiciada en fugas y fijó el sorprendente límite de consumo por persona y día en 250 litros, una cifra bestial e incomprensible porque actualmente consumimos una media de 117. La OMS fija en 100 litros al día lo que una persona requiere para consumo e higiene, así que no vayamos de sobrados.