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En este verano que ahora finaliza y nos deja todo un regusto de muchas fiestas y de ardiente calor, hemos asistido con cierta estupefacción y sorpresa a la ascensión de un artista musical con nombre de escritor del Siglo de Oro, que ha llegado desde Canarias con un tema pegadizo y facilón, tan en boga con los tiempos que corren (y que por cierto está bastante más elaborado que la media, lo cual le da una audición agradable en los contextos adecuados… y eso es mucho más de lo que se puede decir de la mayoría de cosas que por ahí pululan).

Sin embargo, y más allá de gustos musicales y/o sociales y/o culturales, lo que a quien esto escribe interesa es la insistencia en unos temas que habrían agradado al propio Quevedo original, esto es, las relaciones humanas masculinas en busca de las femeninas, con sus tejemanejes derivados de las situaciones más o menos contemporáneas (sin ir más lejos, nos consta que en los siglos pasados no existían las compañías de coches de alquiler). Y curiosamente, mira por dónde, tal vez lo que más molestaría al escritor clásico serían todas esas referencias religiosas del asunto, porque por lo visto, en esta época lo importante sigue siendo ligar, sí, pero siempre bajo la atenta mirada del Señor, que por lo visto parece ser que todo lo sigue viendo y todo lo sigue controlando. Lo cual nos indica, una vez más, que a veces vivimos unos tiempos muy, muy raros…