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Sabemos desde hace décadas que sin un drástico ahorro energético, y severas restricciones a los combustibles fósiles, el mundo se va a la mierda a toda velocidad. Por el cambio climático que tanto disfrutamos este verano. Pero naturalmente, no es ese el ahorro energético del que ahora llevamos meses hablando (nunca lo es), sino del obligado por la guerra de Ucrania, los precios de la energía y las inevitables restricciones del plan de ahorro elaborado por el Gobierno. Un racionamiento tras los confinamientos de la pandemia, es más de lo que nuestras liberales derechas pueden soportar, y de ahí las grandes trifulcas políticas que estamos presenciando a propósito de eso del ahorro. ¡Ahorro! Una palabra malsonante, que saca de quicio a la civilización occidental.

Así que hoy el presidente Sánchez comparecerá en el Senado para explicar a Feijóo su plan, y el PP ya se ha quejado porque no quieren hablar sólo de eso (de ahorro energético), sino de todo. Es decir, de ETA. Por ejemplo. Y es que aunque llevemos meses hablando de ahorro, de ahorro no se puede hablar. Casi nadie logra ahorrar, ni energía, ni dinero ni nada, precisamente por falta de recursos energéticos y financieros. Y los que podrían, no quieren. No les da la gana, salvo que se trate de ahorrar en puestos de trabajo, o en sueldos, que no se llama ahorro sino rentabilidad, competitividad, etc. Acuérdense de aquellos feroces chalecos amarillos que le brotaron a Macron cuando quiso subir un céntimo el precio de los carburantes, a fin de ahorrar energía. Y si la amenaza climática no ha conseguido en décadas ahorrar ni un gramo de energía fósil, sino multiplicar las exigencias, cómo va a hacerlo esta guerra de Ucrania. Imposible, harían falta medidas más drásticas que las de la pandemia, y a los que no tienen nada no puedes pedirles que ahorren. Menos aún a los que tienen de sobra.

El Tribunal Supremo americano declaró ilegal cualquier tímida medida de Biden contra la crisis climática. Lo que está claro es que aquí, por las buenas nadie ahorra; tiene que ser a hostias. El plan de restricciones del Gobierno es modestísimo, y aún si se cumpliera ahorraría menos combustible que la COVID. Eso sí, no hablamos de otra cosa desde antes del verano. Palabras, desde luego que no ahorra. Hoy oiremos muchas más.