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Luis es un joven de unos veinte años de una barriada de Palma. Acaba de llegar de un campamento donde ha cuidado de 20 niños de 10 años del mismo barrio. Me ha contado que un día hicieron varias preguntas a los chicos y chicas. Una de ellas decía: ¿Qué quieres ser cuando seas mayor? Ocho de ellos contestaron que querían ser presentadores de televisión, y seis querían ser futbolistas. A la siguiente pregunta: ¿Por qué?, los catorce contestaron: para ganar mucho dinero.

Estos niños y niñas cuando sean un poco mayores tendrán que elegir una profesión, y todos olvidaran las que ganan más dinero, por imposibles, a excepción de unos pocos. ¿Por qué de niños nos fijamos tanto en el dinero?, porque vivimos en un mundo materialista. La realidad es que debemos elegir una profesión o trabajo, por motivos de supervivencia y porque el trabajo crea felicidad. La pregunta que me hago es: ¿Por qué el médico es feliz cuando cura a un enfermo; o el arquitecto lo es cuando ve su obra terminada; o el agricultor, también es feliz, cuando ve que de sus manos sudorosas, salen productos como alimento para los humanos?

La conclusión es clara: el dinero no crea felicidad. Lo material tampoco. El trabajo sí, y más si este trabajo se hace con amor, porque el amor necesita ser proyectado, no sólo hacia uno mismo, sino hacia otras personas. Es la fuerza que nos impulsa para hacer el bien. ‘Hay más dicha en dar que en recibir’, dijo un día ALGUIEN (así en mayúsculas) paseando por el lago Tiberiades.