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Según los responsables de la Asociación de Distribuidores de Alimentos y Bebidas de Baleares, nos estamos quedando sin pollos. Es una buena disculpa para subir los precios de la especie avícola. Lo cual, unido a los incrementos generalizados de todos los productos, hace que el ave de marras esté por las nubes o quiera salir volando, que para eso tiene alas. Si es verdad que nos estamos quedando sin pollos, las pollerías van a tener que cerrar, los asaderos calentarán el horno menos horas y en las granjas van a volver a cultivar flores. Al tumbet le tendremos que echar pavo y los escaldums mallorquins de pollastre los vamos a hacer con coloms.

Al parecer, la demanda de pollos es tan grande que muchos han visto el negocio y empiezan a criarlos en los balcones y terrazas de Palma. En menos de lo que canta un pollo, volveremos a recuperar las granjas familiares como tenían nuestros abuelos con pollos, gallinas, gallo y, cómo no, huevos. Muchos huevos. Si no hay huevos, no hay pollos.

Estoy convencido de que esto de la escasez de pollos en Baleares es otra tontería más que se ha hecho viral a través de las redes sociales y solo los más pollos se lo creen. Yo lo que creo es lo contrario. En Mallorca disfrutamos de una gran población de pollos. Quizás, demasiados. Lo que pasa es que muchos no están oficialmente registrados. Además, tenemos muchas especies de pollos. En el Govern están los pollos de decoración. En el Consell se crían los pollos tomateros. En Cort están los pollos de corral. En el resto de ayuntamientos se mezclan los pollos salvajes con los silvestres. Nuestro pollastre mallorquín, lo encontramos en las instituciones públicas, en los partidos políticos, en la educación y en el mundo sanitario. No, aquí no hay escasez de pollos. Además, siempre nos quedará Pollentia. Aunque esa es otra historia.