Poco después de que, dada por acabada la pandemia oficialmente, nos soltaran a la calle casi por obligación, mi hija y yo fuimos a cenar a un restaurante. Los camareros, simpatiquísimos, no nos dejaban pisar el suelo, prácticamente. Que si esto, que si lo otro, que si lo de más allá… Dos tipos con suerte, ya que nosotras, felices sin las mascarillas, les reíamos todas las gracias. De pronto, como de costumbre, yo me levanté para ir al cuarto de baño (la señora Incontinencia Summa, esposa de Pijus Magnificus, para quienes se hayan meado de risa con La vida de Brian, se queda muy corta a mi lado). Para mi sorpresa, me encontré con dos puertas. En una, como de costumbre, vi la figura de una silueta con falda, es decir, lo que siempre se ha considerado el baño, lavabo, tocador… de señoras. Y en la de al lado, la misma repetida y otra figura de una silueta con pantalones (en fin, la que aparece en el baño de caballeros de toda la vida). Se me planteó un dilema: ¿en cuál entro? ¿Será indiferente, ya que en ambas hay una falda? Dudé un rato.
Ensayo del lavabo contemporáneo
Palma28/08/22 3:59
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