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No lo soporto. Quién nos dijo que éramos una isla maravillosa? Quién asegura que más es mejor? Alguien ha pasado en estos últimos meses por el aeropuerto de Palma? Habéis visto las colas de gente que llegan hasta aquí, los turistas inundándolo todo, algunos tan bien informados que piensan que la isla entera se llama «Magaluf»?

Habéis recorrido las calles del centro, sucias, calurosas y súper pobladas por turistas que destruyen todo cuanto pisan? Habéis intentado conseguir un metro de playa donde poner la toalla y ‘relajaros’ junto al mar? Habéis ido a un restaurante sin tener reserva previa? O habéis intentado ocupar una mesa libre en un bar? Mallorca ha llegado al límite: no hay arena, no hay calma, no quedan rincones secretos, libres de esa invasión colectiva que nos perjudica tanto. Los mallorquines nos sentimos agobiados, nos cuesta respirar, acabamos encerrados en casa.

Mallorca va a hundirse, incapaz de soportar el peso de tantos cuerpos que no respetan ni el paisaje, ni la lengua ni la historia de una tierra que se va vendiendo a una rapidez increíble. Es que no va a reaccionar nadie? Es que vamos a continuar callados, sabiendo que muy pronto la isla dejará de pertenecer a los mallorquines. Somos tan pasivos, tan resignados, tan cobardes… que no lucharemos ni alzaremos la voz para defender la tierra que entre todos estamos prostituyendo?

Se me cae la cara de vergüenza. A mi y a mis ocho apellidos mallorquines nos asusta el panorama, ese circo enorme en que se ha convertido lo que fue un paraíso. A mi y al amor que siento por esta tierra nos da miedo imaginar qué heredarán las generaciones futuras. Pienso en mi hija. Pienso en los hijos de mis hermanos y de mis amigas. Siento que hemos perdido el respeto por nosotros mismos. Me indigno y me entristezco a la vez. Serán así los próximos veranos? Por favor, es urgente, necesitamos un salvavidas.