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Madonna protagonizó una peli titulada Who’s that girl? en 1987, cuando el mundo giraba hacia el futuro. La entonces joven estrella del pop interpretaba en aquel film a una chica nada convencional. He relacionado mentalmente ese momento histórico particular al descubrir que existe un hashtag en las redes, #ThatGirl, que acumula millones de visualizaciones, sobre todo procedentes del público femenino mundial. Sin embargo, nada tienen que ver la una con la otra. Me refiero a «esas chicas».

La de hace casi cuarenta años era rebelde, divertida, caótica, capaz de arrastrar a un lío tras otro a quienes se cruzaban en su camino. Vestía de forma aleatoria –con un toque punk–, se peinaba casi como un payaso y se maquillaba como una puerta. Era ese grano en el culo del que cualquiera huiría, pero derrochaba encanto, personalidad y creatividad. La #ThatGirl actual que promueven las redes es una mujer joven que se sublima a sí misma, se reta cada día a ser mejor a base de dietas sanas, mucho ejercicio, meditación y demás tópicos para alcanzar esa «mejor versión de ti misma» tan de moda entre los gurús del estilo de vida.

La gracia, o la desgracia según se mire, es que #ThatGirl es un clon de la influencer de turno, todas visten, se peinan, se maquillan y se comportan de forma idéntica, porque la gloriosa idea individualista de ser uno mismo ha pasado al cajón de lo inoportuno y ahora se lleva la manada, el rebaño, el uniforme. Todo políticamente correcto, por supuesto, y con ese aire liberal que nos hace creer que la libertad consiste en comprar ropa, beber, tener sexo, divertirse y agitarse al ritmo de los hits del momento siguiendo la senda marcada por lo que toca. Y salirse de ahí no toca.